"No hay un país en la historia mundial en el que el racismo haya tenido un papel tan importante y durante tanto tiempo como en los Estados Unidos. El problema de la «barrera racial» o «color line» todavía existe… ¿Cómo empezó? […] En las colonias inglesas la esclavitud pasó a ser rápidamente una institución estable, la relación laboral normal entre negros y blancos. Junto a ellas se desarrolló ese sentimiento racial especial –sea odio, menosprecio, piedad o paternalismo– que acompañaría la posición inferior de los negros en América durante los 350 años siguientes –esa combinación de rango inferior y pensamiento peyorativo que llamamos 'racismo' (...) La comprensión de esta relación entre lo estructural –'relación laboral', 'rango inferior'– y lo ideológico –'odio, menosprecio, piedad, paternalismo'– es imprescindible para entender por qué EEUU tiene el triste privilegio de encabezar el ranking de racismo en la historia mundial." Howard Zinn, historiador estadounidense.
Con la irrupción electoral de Donald Trump y tras los múltiples atropellos policiales en los últimos años principalmente sobre negros y latinos, en Estados Unidos ha salido a flote una terrible situación que se extiende a lo largo y ancho del país: el odio racial. Un odio que se ampara en la asimetría del sistema, en la falta de oportunidades de los más pobres y vulnerables, que suelen ser las comunidades afroamericanas.
Lo cierto es que las diferencias de clase y de raza siguen siendo enormes aunque la elección presidencial por dos veces de Barack Obama pudiera habernos hecho creer que Estados Unidos podría vencer esta lacra que arrastra desde su fundación como nación. De hecho, el racismo fue probablemente el conflicto interno más serio al que se enfrentó la Administración Obama en sus años ocho años de gobierno. Un presidente afroamericano que llegó al poder e hizo visible la lucha de sus pares, una lucha que con la llegada de Trump parece arreciar.
Es esta pues una realidad que, a pesar de los indudables avances conseguidos, sigue cruelmente vigente como relata de manera contundente el documental que hoy presentamos, 'I am not your negro'. Un film que nos muestra la lucha de los afroamericanos en la conquista de los derechos civiles con toda su crudeza y en el que lo más terrible es, precisamente, comprobar que la situación de los afroamericanos sigue irresuelta, que la desigualdad y violencia policial sigue cobrándose víctimas entre ellos todos los días.
'I Am Not Your Negro' parte de 'Remember This House', un libro inacabado del escritor, poeta y pensador estadounidense James Baldwin (1924-1987), un acérrimo defensor de los derechos civiles. Extractos de este manuscrito y las cartas que envió a su editor, Jay Acton, articulan el pensamiento de Baldwin (entonado por la voz de Samuel L. Jackson) que es el eje central de este documental dirigido por el director haitiano Raoul Peck en 2016, aunque el filme también recupera varias de las intervenciones del autor en directo en la televisión o en todo tipo de foros públicos.
Baldwin mantuvo amistad y correspondencia con los principales líderes del movimiento y Peck utiliza su documental para relatar estas memorias inconclusas que recuerdan a tres de ellos, asesinados todos antes de cumplir los 40 años: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King. Baldwin se sentía como una suerte de testigo de estos acontecimientos que estaban marcando la historia y así reivindica a los tres personajes, aunque también muestre las diferencias dialécticas entre ellos.
En 'I Am Not Your Negro' Baldwin descarga toda su razón, toda su ira, para denunciar la persistencia de la discriminación racial en el sistema a pesar de la abolición de la esclavitud. Incluso el papel que han tenido el cine y la publicidad en la perpetuación de estereotipos y prejuicios en la sociedad estadounidense mientras nos invita a hacer un repaso por la más doliente historia de los afroamericanos, que aunque a algunos moleste, también es la de Estados Unidos.
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Una guerra en marcha
El País - Jordi Costa
El rostro maquillado, blanco y sublimado en refulgente Eastman Color de Doris Day se encadena con la imagen de una mujer afroamericana ahorcada en una de las decisiones formales más agresivas de I Am Not Your Negro, documental del haitiano Raoul Peck que revive las palabras del escritor James Baldwin, creando constantes puentes entre la carga de culpa del pasado americano y un crispado presente de cuestiones no resueltas. Siguiendo los preceptos del montaje dialéctico, la unión de esas dos imágenes –Doris Day + esa víctima anónima- se convierte en conciso diagnóstico del estado de la cuestión (racial) en una nación americana que acaba de dar legitimidad electoral a inéditas inflexiones de la intolerancia: la América blanca es un rostro edulcorado y elevado a la condición de icono (icono de una religión donde el credo es el mercado y la supremacía racial, su correspondiente deriva integrista); la América negra es un cuerpo sin nombre colgado de una soga. El documental tiene espíritu de grito urgente y la dinamo que lo propulsa es el mismo imperativo de supervivencia que, en nuestro entorno inmediato, mueve la lucha feminista contra la violencia de género: algo tan básico y tremendo como ese “¡Nos matan!” que nada tiene de metafórico.
El País - Jordi Costa
El rostro maquillado, blanco y sublimado en refulgente Eastman Color de Doris Day se encadena con la imagen de una mujer afroamericana ahorcada en una de las decisiones formales más agresivas de I Am Not Your Negro, documental del haitiano Raoul Peck que revive las palabras del escritor James Baldwin, creando constantes puentes entre la carga de culpa del pasado americano y un crispado presente de cuestiones no resueltas. Siguiendo los preceptos del montaje dialéctico, la unión de esas dos imágenes –Doris Day + esa víctima anónima- se convierte en conciso diagnóstico del estado de la cuestión (racial) en una nación americana que acaba de dar legitimidad electoral a inéditas inflexiones de la intolerancia: la América blanca es un rostro edulcorado y elevado a la condición de icono (icono de una religión donde el credo es el mercado y la supremacía racial, su correspondiente deriva integrista); la América negra es un cuerpo sin nombre colgado de una soga. El documental tiene espíritu de grito urgente y la dinamo que lo propulsa es el mismo imperativo de supervivencia que, en nuestro entorno inmediato, mueve la lucha feminista contra la violencia de género: algo tan básico y tremendo como ese “¡Nos matan!” que nada tiene de metafórico.
Mataron a Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King… y, a día de hoy, la violencia policial sigue cobrándose víctimas. Peck, que fue ministro de Cultura en Haití y lleva años volcando su pensamiento activista en una obra cinematográfica acentuadamente politizada –su último trabajo de ficción aborda la juventud de Karl Marx-, parte del manuscrito inacabado de Remember this House, la obra que James Baldwin quiso consagrar a la memoria de sus amigos asesinados –Evers, Malcolm X y Luther King- en el contexto de la lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana.
La voz de Samuel L. Jackson rescata las furiosas palabras de Baldwin, mientras el implacable trabajo de montaje de Alexandra Strauss abole toda distancia temporal entre el entonces y el ahora. Los informes del FBI sobre Baldwin dejan claro el subtexto del asunto: esto no es un pulso, es una guerra.
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