Hasta el cielo se puso de su lado y en Madrid no dejó de llover esa semana, día y noche, como si las meigas gallegas de Lola se hubieran trasladado para hacerle la despedida más cercana, más galaica, más humana. Se fue Casto y con él se va también El Palentino: “Nació detrás de una barra y por eso, al faltar él el bar se muere”. El Palentino cerró sus puertas y Juan apagó su plancha después de 39 años haciendo bocatas. No podía ser de otro modo, la gente se volcó en la despedida de su bar y acudió en masa a tomarse una caña, un último café, una copa o, simplemente, a verlo por última vez. Muchos recordaron primeros besos; otros, sus malos momentos… En la memoria de todos y para siempre, quedará El Palentino. Ya nada será lo mismo en esa esquina de Malasaña.
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