A pesar del carácter laico y poco dado a las tradiciones (menos aún a las navideñas) del Juez Roy Bean hoy no podemos por menos que recordar cómo hace cien años, el 24-25 de diciembre 1914, tras cinco meses de comenzada la primera gran guerra mundial, soldados de algunos sectores a lo largo del frente occidental pactaron espontáneamente una tregua humanista y pacifista en la que confraternizaron para celebrar la fiesta de la Navidad e intentar olvidar, al menos durante un breve tiempo, las penalidades de la guerra de trincheras.
En un lugar donde combatían alemanes, escoceses y franceses, cerca de la localidad belga de Ypres, en medio de los mutuos bombardeos, del intenso frío y la humedad permanentes, de la suciedad y las ratas de las trincheras y de los cadáveres congelados, algunos centenares de hombres mugrientos celebraron la Navidad de un modo extraordinario, hechos que fueron adaptado al cine por el director francés Christian Carion (film del que publicamos una de sus más emotivas escenas).
Esta insólita tregua daría lugar a algunas escenas inéditas en la historia bélica moderna. Algunos ejemplos son la celebración de una misa del Gallo en pleno frente, la noche del 24 de diciembre, y a la que acudieron los tres ejércitos. O la celebración de partidos de fútbol entre las "selecciones" de los mismos ejércitos que horas antes trataban de matarse.
Breves pero jubilosas campanadas de paz de la Historia que los altos mandos de ambos lados se cuidarían mucho de evitar en los siguientes años de la guerra. Así que, aunque solo sea en el recuerdo de aquellos soldados -aquella desdichada carne de cañón- que decidieron contradecir la esencia misma de la puta guerra y aunque fuera por apenas unas horas, feliz Navidad a todos.
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