Tras aquella primera temporada aquí está la segunda entrega de la distópica e inquietante miniserie británica 'Black Mirror'. Disfrútenla.
1. Be right back
2. White bear
3. The Waldo moment
'Black mirror', cuentos oscuros del futuro inminente
Por: Natalia Marcos | 01 de marzo de 2013
La primera temporada de Black Mirror nos dejó temblando. Tres capítulos de una hora de duración que consiguieron clavarse en nuestra retina. La creación de Charlie Brooker(Dead set) impactó con el primer episodio, El himno nacional, continuó indagando en el posible futuro cercano con 15 millones de méritos y terminó de atraparnos con el excelente Tu historia completa. Una ciencia ficción cercana y más posible de lo que nos gustaría es el hilo conductor de las historias independientes que forman esta serie y que en su segunda temporada vuelve a indagar en nuestros temores y en la aplicación de las nuevas tecnologías a la sociedad de un futuro distópico y no tan lejano.
Los tres capítulos que componen esta segunda temporada son tres historias autoconclusivas, con diferentes actores y personajes, diferentes puntos de vista, pero siempre inquietantes y que invitan a la reflexión. Porque en Black Mirror saben que lo que más miedo da es que lo que muestran estas historias podría convertirse en realidad. Nos sentimos identificados. Y eso nos aterra.
- Be right back
Posiblemente, el mejor capítulo de los seis emitidos hasta ahora. ¿Y si la muerte ya no fuera el final? ¿Y si nos pudiéramos comunicar con nuestros seres queridos incluso desde el más allá? En este episodio, la protagonista decide, algo reticente, contratar los servicios de una empresa que le permite comunicarse con una versión ficticia de su novio recién fallecido. Esa recreación virtual es posible gracias a los mensajes, tuits, fotos, vídeos, llamadas, correos... que la persona ha realizado en vida y que conforman su identidad digital. Sin embargo, los mensajes de texto con los que empiezan a comunicarse no serán suficiente y la relación entre la protagonista y el yo virtual de su novio avanzará hasta un punto de no retroceso.
Más allá de la posibilidad real de que exista una aplicación que nos permita mantener activos nuestros perfiles en las redes sociales (algo que va a convertirse en real en breve), el capítulo, sumamente inquietante en su sencillez y su realismo, invita a varias reflexiones: ¿qué versión de nosotros mismos compartimos a través de la tecnología? ¿Qué papel juega la moral en ese desarrollo de alter egos virtuales? ¿Te atreverías a dar el paso (o los pasos) que da la protagonista? Y si lo haces, ¿dónde echar el freno? El capítulo más escalofriante porque nos toca la fibra sensible, eso que diferencia a los humanos de las máquinas.
Se anunciaba como el tercer episodio, pero se ha emitido en segundo lugar en Reino Unido. Aquí, Brooker se adentra en una versión 2.0 del ojo por ojo de la ley de Talión y en el creciente voyeruismo de la sociedad actual. Una mujer despierta sin recordar nada, ni quién es, ni qué hace ahí, ni por qué esas personas la están grabando constantemente con el móvil pero no parecen dispuestos a ayudarla. Ni por qué esa gente disfrazada la persigue. Iremos descubriendo junto a ella qué es lo que ocurre realmente en ese mundo aparentemente tan diferente y en el que solo un lugar parece seguro: White bear.
Lenora Crichlow (Being human) protagoniza esta historia narrada con un ritmo frenético, que no concede ni un respiro al espectador, con una tensión constante que explota cuando descubrimos qué está ocurriendo realmente. La naturaleza humana puesta en cuestión, de nuevo. ¿Y si estamos caminando hacia una sociedad así? De nuevo el "¿y si...?" que tanto gusta a Brooker.
Lenora Crichlow (Being human) protagoniza esta historia narrada con un ritmo frenético, que no concede ni un respiro al espectador, con una tensión constante que explota cuando descubrimos qué está ocurriendo realmente. La naturaleza humana puesta en cuestión, de nuevo. ¿Y si estamos caminando hacia una sociedad así? De nuevo el "¿y si...?" que tanto gusta a Brooker.
- The Waldo moment
En el ya mítico "El himno nacional" las redes sociales jugaban un papel fundamental en el hecho de que el primer ministro británico tuviera que someterse al ridículo público para satisfacer las demandas del secuestrador de la princesa. En la nueva entrega de Black mirror también hay un momento para la reflexión de la relación entre redes sociales y política. Pero el capítulo va mucho más allá y nos invita a ahondar en cuestiones tan relevantes como la propia identidad.
En el ya mítico "El himno nacional" las redes sociales jugaban un papel fundamental en el hecho de que el primer ministro británico tuviera que someterse al ridículo público para satisfacer las demandas del secuestrador de la princesa. En la nueva entrega de Black mirror también hay un momento para la reflexión de la relación entre redes sociales y política. Pero el capítulo va mucho más allá y nos invita a ahondar en cuestiones tan relevantes como la propia identidad.
Waldo es un personaje de animación, un oso azul manejado por Jamie Salter, que se convierte en protagonista del escenario político. Los comentarios groseros y ofensivos que se permite hacer gracias al escudo del anonimato le valen para ganarse el favor del público y para alterar la campaña electoral. Una reflexión sobre el peligro del populismo y el hastío de unos votantes que, hartos de las promesas de siempre, se vuelven hacia entes con ofertas diferentes, con los que conectan más, pero que no hacen política, sino televisión. Una fábula que invita a la reflexión y a extrapolar ese mundo posible a nuestra loca realidad.
Una vez más, Black mirror nos lanza la pregunta: ¿es este el futuro que nos merecemos?¿Es el futuro hacia el que caminamos?
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