Para esta nueva entrada del ciclo de cine europeo hoy traemos el film 'Ida', dirigida en 2013 por el realizador polaco Paweł Pawlikowski, su primer trabajo realizado en su propio país. El film se sitúa en 1962, una época en la que Polonia todavía se está recuperando de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y la también terrible posguerra y cuenta la historia de Anna, una joven novicia huérfana (con el fascinante rostro de Agata Trzebuchowska) que, días antes de tomar sus votos y por consejo de la madre superiora para confirmar la vocación de la joven, decide conocer a su tía Wanda que es el único pariente que le queda vivo. El encuentro entre ambas provocará que hechos del pasado ya olvidados) vuelvan al presente, sobre todo cuando Anna descubre que su verdadero nombre es Ida y era hija de judíos. Entonces comenzará un proceso interno de revelaciones que hará que cuestione lo que había sido su vida hasta entonces.
‘Ida’ es una película austera como un convento, rodada en 3:4 y en un riguroso y acertado blanco y negro que proporciona a la cinta una mayor profundidad de la que hubiera dado el color. La sobriedad no sólo reside en los tonos, también se ve en los diálogos, lacónicos, directos, fríos, que junto al paisaje invernal que lo circunda todo componen una atmósfera gélida pero envolvente mientras seguimos a Ida en su descubrimiento de algunas de las grandes verdades de su vida. Pawlikowski consigue llevar las sensaciones a la imagen, a la composición de los planos, que dicen mucho sobre la situación más que los diálogos en sí. Porque estamos ante un film donde el viaje interno de la protagonista importa más que los hechos en sí. En fin, otra estupenda película europea en nuestro ciclo. Que la disfruten.
Entre los grandes de la historia hay un selecto grupo de cineastas que, para contar sus historias, buscaban la belleza en cada plano, en cada escena. Junto a sus directores de fotografía, estos creadores de imágenes, estos pintores del celuloide, lograron fijar en el tiempo instantes que podrían enmarcarse y poblar las paredes de cualquier museo. Ida, con sus portentosas imágenes y la maravillosa historia que nos cuentan, es hasta ahora la última obra maestra de esa estirpe.
El film nos sitúa en Polonia, en los años 60. Anna, una joven novicia huérfana a punto de tomar los hábitos, se entera de que tiene una tía llamada Wanda y sale del convento para pasar unos días con ella. Durante ese tiempo, se enterará de que su verdadero nombre es Ida y de que es judía, conocerá el destino de su familia durante la ocupación nazi y descubrirá un mundo completamente desconocido para ella.
Dos personajes y dos actrices: Wanda (Agata Zuleska), una jueza, antigua fiscal del estado, alcohólica, fumadora empedernida y amante fácil, una mujer fuerte, desencantada y solitaria ya vencida por el peso del pasado; Ida (Agata Trzebuchowska), una muchacha que necesita demasiadas respuestas en poco tiempo y que se abre con curiosidad a los placeres inmediatos de la vida para descubrir que quizá no es tanto lo que se pierde. Dos interpretaciones sustentadas en silencios y miradas que nos transmiten un sinfín de interrogantes y sentimientos sin necesidad de grandes discursos, encuadradas de manera apabullante por Pawlikowski. Puro talento visual en el que no falta ni sobra un solo plano.
Escrita por el propio Pawlikowski y por Rebecca Lenkiewicz y fotografiada por Lukasz Zal y Ryszard Lenczewiski, Ida es una breve maravilla rebosante de gran cine -el que remite a Bergman, Dreyer, Kalatozov o el también polaco Kieslowski-, una obra redonda y perfecta cuyos mágicos quince minutos finales buscan ya su lugar en las antologías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario