Mostrando entradas con la etiqueta Absurdeces bocachanclismos y otros extravíos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Absurdeces bocachanclismos y otros extravíos. Mostrar todas las entradas

Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (39) Casado frente al espejo

Casado frente al espejo

La polémica fotografía del líder del PP representa mucho más que un objeto que le devuelve su imagen en mangas de camisa. Hay impostura, propaganda, y hasta una ofensiva forma de expresar el profundísimo dolor que dice sentir por los muertos

Esther Palomera 23/04/2020 - 22:14h

De Blancanieves a Narciso, de Valle Inclán a Borges, Poe o Chesterton. Es tan prolija la presencia de los espejos en el mundo de las letras que Pablo Casado ha querido dar inspiración en este inusual Sant Jordi a los grandes autores. Rosas no tenía a mano para repartir entre los instagramers, pero títulos pueden salir unos cuantos de la triste e inoportuna imagen que el líder de la derecha ha colgado en su cuenta de Instagram.


Pablo Casado, en una publicación de Instagram


"El caballero de la corbata negra", "El hombre de luto", "Un líder en mangas de camisa". "La derecha ante su propio espejo" , "El mundo interior del político que lloraba a los muertos". Salen tantos epígrafes como memes han aparecido en las redes sociales con la última ocurrencia de los gurús de la calle Génova. Confiemos en que no fuera el propio Casado quien tuviera la idea, si bien para el caso da lo mismo porque se prestó a ella y la asumió como propia.

No hay momento peor para la sobreactuación que la de una crisis que se ha cobrado más de 21.000 muertos. Casado, que tanto respeto reclama para los fallecidos, les ha convertido en material de la peor propaganda porque nada más hay tras esa imagen que el aprovechamiento en beneficio propio de una tragedia colectiva. Su triste figura ante el objeto que le devuelve su imagen y un texto que dice: "Esto es una catástrofe y un drama en empleo. Aquí nadie va a ganar y ya hemos perdido demasiado todos. Más de 20.000 compatriotas fallecidos merecen nuestro respeto, homenaje y luto".

¿De qué respeto habla? Si ese es todo el tributo que le merecen las víctimas de esta pandemia y esas las únicas palabras que le brotan para llegar al corazón de la compungida sociedad es que no merece ya representar siquiera a quienes le votaron en las últimas elecciones. Los errores del Gobierno han sido notables. Muchos, si se quiere. La urgencia por comunicar antes que reflexionar, dialogar o pedir asesoramiento a los expertos ha llevado a Sánchez a episodios tan esperpénticos como el vivido esta semana con la decisión de "aliviar" el confinamiento a los menores. Nunca antes se visualizó tan claramente que hay un problema de desconexión entre ministros, una pelea soterrada por la paternidad de algunas medidas y una dinámica de trabajo en los Consejos de Ministros que deja al descubierto cierta desconfianza entre socios de Gobierno. Además de un problema sanitario y de salud pública, España tiene un problema de liderazgo político. Se mire hacia donde se mire.

La envergadura de la crisis quizá puede llevarse por delante al Gobierno, que es lo que busca la derecha con su insultante ofensiva de desgaste, su altisonante verbo y su crítica de trazo grueso cada vez que se pone delante de una cámara o se sube a la tribuna del Parlamento. La pregunta es si con Casado, no le pasará a Sánchez lo mismo que le ocurrió en su día con Susana Díaz, que su razón de ser, estar y ganar no estaba tanto en sus aciertos, sino en los errores del adversario.

En el fondo, el espejo de Casado representa mucho más que un simple objeto: es su verdadero mundo. Su presencia, su impostura, su sobreactuación y su ofensiva forma de expresar el profundísimo dolor que dice sentir por los muertos. He ahí el misterio de los espejos, que reflejan, ocultan, mienten, deforman y hasta confiesan. Y lo que ha revelado el del líder de la derecha no es muy alentador para quien estos días de miedo, congoja y preocupación no se atreven siquiera a mirarse cada mañana al espejo para no ver la angustia que reflejan sus rostros ni las ojeras provocadas por tantas noches en vela por el temor a enfrentarse a lo que nos depara la España post coronavirus. Todo será distinto y parece que la única certeza es que la política seguirá siendo la misma, la que representa Casado ante un espejo que, como el de Narciso, también puede ser de agua. Si fuera así, el final es bien conocido: se enamorará de su propia imagen, caerá y se ahogará para siempre.

La versión de Blancanieves sería aún peor porque dibujaría a un líder del PP que se pregunta cada mañana aquello de ¿quién de este reino es el más hermoso: Abascal o yo? Y eso constataría que en lo que está el líder de los populares no es en una guerra contra un virus, sino contra la ultraderecha por la hegemonía del bloque al que pertenece.

Cuando esto pase, que pasará, se hará un balance. Sosegado, limpio y elaborado con perspectiva. Entonces será también el momento de decir que la sociedad cumplió ejemplarmente con su parte del esfuerzo colectivo. Y no todos los políticos podrán decir lo ídem de sí mismos.

Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (38) Pep Guardiola: del dinero y la humildad

Fichó el Manchester City al central Aymeric Laporte pagando al Athletic de Bilbao su cláusula de 65 millones de euros y no podemos por menos que acordarnos de las declaraciones de su entrenador Pep Guardiola hace cuatro días, cuando pontificaba sobre el gasto de los clubes de fútbol y cómo ellos, el humilde Manchester City, no pueden competir ni en traspasos ni en pago de nóminas con otros clubes. 

En este punto recordamos que con Laporte el City ha gastado 525 millones desde que Pep llegó en el verano de 2016 y parece que el siguiente fichaje en el mercado de invierno (o verano) puede ser Riyad Mahrez por 65 millones. Suma y sigue, Pep. 


Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (35) Presidente en propia puerta

Presidente en propia puerta

"Cuanto peor, mejor", debería de ser la frase de cabecera del presidente del Gobierno

Manuel Jabois El País 29 Oct. 2016

El 20 de diciembre de 2015, después de que el PP perdiese 63 escaños y casi 2,5 millones de votos, Mariano Rajoy decidió que iba a ser presidente del Gobierno. Confiaba en el fracaso de la izquierda mucho más que la izquierda en el triunfo propio. Comunicó a sus colaboradores que veía “improbable” un pacto contra él. Le salvarían Cataluña y Ciudadanos. En Cataluña había un proceso soberanista que impedía al PSOE alcanzar acuerdos con CiU y Esquerra; rechazarían su abstención porque, como dijeron los socialistas, no se puede gobernar un país con la ayuda de quienes quieren romperlo. Ciudadanos, mientras tanto, si pactaba con el PSOE sería con un objetivo no de gobierno, como se escenificó con fotos y documentos, sino para alejar a los socialistas de Podemos. O sea, bloquear España.


Mariano Rajoy, este sábado, en el Congreso. Pool Reuters

¿Qué podía hacer el PSOE? Nada. Eso dijo Rajoy en su partido: que se muevan ellos. Adelantaba de alguna manera su intención de renunciar ante el Rey a formar Gobierno. Él sólo tenía que esperar. No se iba a marchar nunca; llegado el caso, podría repetir las elecciones doscientas veces. Así, cuando se le decretó cadáver político y en el PP empezaron a ponerse nerviosos (aquel inolvidable “Rajoy debe mirarse al espejo” que Juan Vicente Herrera dijo a Alsina en Onda Cero), Rajoy movió sus fichas al único lugar en el que podían hacerle presidente: la izquierda política española.

Desde el año 2011, cuando prometió en un mitin en A Coruña la “felicidad” para todos los españoles, hasta ahora pasaron las suficientes cosas para que el presidente del Gobierno dimitiese o, en su defecto, perdiese las elecciones. “Mantendré mis compromisos electorales”, dijo en su investidura sobre la promesa de no subir impuestos. “El mayor esfuerzo no puede recaer en los ciudadanos, tiene que provenir de las Administraciones”. Era el 21 de diciembre. El 31 aprobó el mayor recorte en gasto público de la historia en España: 8.900 millones de euros y subió los impuestos hasta un 7% en el tramo más alto. Estas medidas no las anunció Rajoy; lo hizo su equipo económico. Y que no aprobó sólo el PP: lo hizo con el apoyo de CiU.

El 29 de mayo de 2012 Rajoy dijo que no habría rescate europeo a la banca española. El 11 de junio el Gobierno pidió el rescate: 100.000 millones para inyectar en unas entidades hundidas, intervenidas o gestionadas por muchos que terminaron en el banquillo tras asegurarse indemnizaciones millonarias. De Guindos dio la cara. Dijo que no era un rescate, sino “un préstamo en condiciones muy favorables”. No afectaría a la sociedad española, anunció.

—Si no afecta, ¿por qué no se pidió antes? —le preguntó un periodista.

—A usted no le toca preguntar —respondió.

Días después el Gobierno retiró la financiación a 400 medicamentos y entró en vigor el copago. El 30 de noviembre EL PAÍS informó: “Mariano Rajoy cruzó este viernes la última línea roja que él mismo se impuso, el último gran compromiso electoral que le quedaba por incumplir: las pensiones”. Tampoco salió Rajoy; lo hizo Fátima Báñez para contar que el Consejo de Ministros había decidido no pagar a los más de 8,1 millones pensionistas por la desviación de la inflación en 2012. Lo que suponía, en la práctica, una bajada. Al año siguiente se volvieron a subir los impuestos.

A la situación económica y el rechazo ciudadano le sucedían los escándalos de corrupción en Valencia, en la Comunidad de Madrid y en Génova, donde en 2013 cayó el tesorero, al que se le encontraron con 22 millones de euros en Suiza y apoyado en privado por el presidente, y se hizo pública la contabilidad b del PP; la reforma de la sede del partido del Gobierno se había pagado con dinero negro. Entre medias, apareció desde Cataluña en la esfera ideológica del PP un partido, Ciudadanos, con una razón de ser: la regeneración del centro-derecha español, que consistía en no permitir “nunca” que gobernase Rajoy. “Ni apoyo ni abstención”, dijo Albert Rivera hace cuatro meses.

Tras dos años de crisis del sistema, por fin empezaron a moverse las cosas. Se fue el líder del PSOE que había reclamado la dimisión de Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba. Abdicó el rey, Juan Carlos I. Dimitió el ministro Gallardón, su leal oposición, tras tumbarle Rajoy una reforma del aborto encargada por Rajoy. Aguirre, la desleal oposición, se fue a por la Alcaldía de Madrid para situarse de nuevo como alternativa de Rajoy; Aguirre perdió. De sus viejos competidores ante Aznar, sólo queda él y uno de ellos, el ministro del milagro económico, se enfrenta a penas de prisión.

El 20 de diciembre de 2015 Rajoy decidió que iba a ser presidente. Pero entonces ni siquiera él sabía que para conseguirlo iba a cobrarse su segunda cabeza en el PSOE sin mover un dedo: se encargaría el propio PSOE de fulminar a su secretario general, y lo haría para convertir en presidente del Gobierno… a Mariano Rajoy. Que había obtenido previamente el sí de Ciudadanos, el partido del “ni apoyo ni abstención” (nada dijo de la euforia). Que tiene ahora en Podemos su mayor oposición, el partido que tuvo en sus manos el futuro de Rajoy con el resultado conocido ayer.

Sigue gobernando el PP, un partido con conciencia de sí mismo mucho más que del país. Y dentro del PP vuelve a gobernar una suerte de familia, una estructura evanescente, poco definida, marcada por el carácter de Rajoy. Ha estado en el Gobierno Aznar, se sospecha que está en el Gobierno Rajoy, y a su alrededor se está derrumbando un mundo, propio y ajeno, del cual sólo emerge él como superviviente de unos años, los noventa, revisados históricamente en el banquillo. Que es a dónde tendrán que ir los historiadores dentro de doscientos años para entender el fenómeno actual: a los sumarios judiciales, al libro de los milagros y la biografía insólita de un hombre que los ha vencido a todos, incluso a sí mismo.

Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (34) Trump o el delirio infinito



¿Cómo sería el mundo con Donald Trump como Comandante en Jefe de Estados Unidos? Los aliados históricos de Estados Unidos tendrían que defenderse solos y podrían ponerse nerviosos. En cambio enemigos históricos como la Rusia de Putin o Corea del Norte parecen encantados. Pero, aún con ello, ¿de verdad puede Donald Trump convertirse en el 45º presidente de Estados Unidos? En el interesante reportaje La Sexta Columna 'Donald Trump y tal y tal' nos habla de este fulano, un puto psicópata y un auténtico peligro para su país y para el mundo si a los estadounidenses les diese la ventolera de elegirle el próximo noviembre. 

Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (33) 26J, España se ventosea


Los resultados del 26-J sólo pueden definirse como una auténtica hecatombe, en consonancia con la corriente llamada liberal que siguen la práctica totalidad de los países de la UE, apuntalada por el populismo xenófobo de extrema derecha que crece como la espuma, y que taimado, desde el disimulo, aparece de vez en cuando como en ese voto del Brexit para crear barreras que eviten la contaminación del forastero. Hoy se analizan los resultados como las cuentas de las empresas. Se estudian una vez más las diferentes estrategias llevadas por los partidos en campaña porque este juego, por encima de todo, va de ganar. Se establece la guerra de las marcas, creándose una perversión en la rivalidad, una lucha en la competencia que deja los intereses del ciudadano al margen.

La cara de los representantes de Unidos Podemos cuando salieron a la palestra evidenciaba, como luego ratificaron en su discurso, una gran decepción ante la imposibilidad de liderar el cambio inmediato que urgía en este país. No es de extrañar el batacazo moral porque los sondeos de forma unánime les daban muchos más escaños. El último del diario El País vaticinaba 93, es decir 22 escaños más de los que han obtenido. Se han debido quedar pasmados. También Ciudadanos han sido perdedores en esa noche, pero en este caso eran muchos los que pensaban que su pacto con el PSOE les iba a pasar factura y que algunos votantes se volverían a la marca matriz.

Por otro lado eran muchos los analistas que creían que al PSOE le iba a pasar factura su pacto con Ciudadanos, y así ha sido aunque no lo parece porque estas eran elecciones matrioska, o huevo Kinder, había un plebiscito dentro de un plebiscito. Se jugaban dos partidos a la vez en la misma cancha. De hecho, sus rostros al salir a atender a los militantes y a los medios de comunicación tras el recuento de votos, reflejaban una sensación de victoria que no se explica sino por su particular duelo con Unidos Podemos, del que han salido claros vencedores.


Paradójica alegría en las filas del PSOE mientras el resultado se presentaba escalofriante. Triste. Lo nuestro va bien, parecían querer decir con sus gestos los que rodeaban al líder. No nos van a hacer un ERE. A pesar de haber obtenido un resultado peor aún que el del 20-D, que a su vez era el peor desde 1977, bajando tanto en votos como en escaños, celebraban el triunfo de su pulso personal contra los que deberían ser sus aliados naturales que, de hecho, les proponen pactar una y otra vez, y a los que hacen oídos sordos. Salvar la marca parece ser su prioridad, que España se salva sola. Ya cosecharemos los restos que dejen los que nos preceden.

Tuvo Pedro Sánchez palabras de reconocimiento hacia Rajoy por su victoria y no desaprovechó para cargar de nuevo, también en esa noche, contra los que ha convertido, por desgracia para los más desfavorecidos, en su principal rival, que ya no es la derecha de este país, sino la que él considera su competencia directa: Unidos Podemos. A Pablo Iglesias, que le llamó, no se le pone. Dijo, sin embargo, que había hablado con Rajoy para felicitarle. O sea, que cobertura tenía. Pues nada, si esa es la cuestión habrá que felicitarles porque, en efecto, han ganado su pelea, que no es la nuestra. También ha ganado su pulso personal contra Susana Díaz ya que en Andalucía, donde gobiernan con el apoyo de Ciudadanos, han pasado a ser la segunda fuerza, con lo que la candidata natural a la Secretaría General del partido tendrá que rebajar los humos. En fin, es un extraño triunfo, la sensación debe ser parecida a la que se tiene cuando se alcanza la victoria después de haber dejado el terreno calcinado. Nada hay que recoger.¿Qué va a hacer ahora? ¿Querrá Rivera reanudar sus idílicas relaciones cuando se recupere del palo que se ha llevado?

Por otro lado, los auténticos vencedores, el PP, salen legitimados con el apoyo de las urnas. Partidarios de la absolución de los pecados, siempre entienden las elecciones como una amnistía. Según su particular ideario, el pueblo, con su voto, perdona los pecados de la cofradía del hurto. Ahora toca arreglar los asuntillos con la Justicia de la manera más eficaz posible y recolocar los cargos que pueden echar un cable en los lugares estratégicos, tal y como tienen por costumbre. Si la Policía va bien y la Fiscalía va bien, la Justicia va bien.

No tienen asegurado el Gobierno, a pesar de celebrar el resultado como si de una mayoría absoluta se tratara. Cuando se les pase la resaca electoral tendrán que enfrentarse a la antipática realidad de los números que, de nuevo, no dan. Pero sin duda, su gran victoria ha sido comprobar el retorno de los hijos pródigos que les castigaron la vez anterior, pero que entienden cumplida la penitencia y regresan a la casa común de la derecha de la que salieron contra su voluntad.

Este partido tan peculiar que en cualquier país de nuestro entorno sería marginal, por la gran acumulación de delitos de corrupción acumulados y el aberrante uso que hacen de las instituciones en favor propio y contra sus rivales, ha vuelto a ganar las elecciones.Es el triunfo de la inmoralidad al servicio de una corrupción que amenaza con volverse sistémica y endémica. Ya circulan chistes en el sentido de que les han faltado un par de casos de corrupción para alcanzar la mayoría absoluta, porque su electorado entiende esta picaresca choricera como una anécdota, un pecadillo menor, una tara insignificante en comparación con la debacle que supondría el triunfo de los bolivarianos populistas que nos traerían a Maduro a festejar la victoria.

Por suerte para ellos, también cuentan con los medios de comunicación y el principal partido de centro izquierda para evitar esta expansión de los extremistas, cuya escalada al poder ha quedado frenada por el voto de los llamados moderados, que nos traerán más leyes mordaza, más corrupción, más privatizaciones y más desmantelamiento de la cosa pública en beneficio de sus colegas empresarios, fuentes de riqueza infinita que manan hacia dentro, creando inmensos lagos de opulencia perfectamente embalsados y canalizados en trasvases a paraísos fiscales donde descansan los recursos de nuestros servicios públicos, contumaces fabricadores de déficit público.

El escenario es desolador y también comprobar que el mundo de las ideas no tiene cabida en este juego. Las estrategias de las marcas se imponen a las necesidades de los ciudadanos. La amoralidad de los corruptos cala como lluvia fina en sus adeptos, defensores y votantes, que acaban siendo un reflejo de sus líderes, con todas sus consecuencias. Consecuencias que pagan los ciudadanos honrados que se niegan a arrojar sus principios en la hoguera de lo pragmático, y se ven obligados a presenciar y padecer este lamentable espectáculo del todo vale, a reconocer la decadencia del país en el que habitan, y a aprender a coexistir con aquellos que con su voto les obligan a vivir en un estercolero.

La voz de Gabilondo (65) España, estatua de sal


Absurdeces, bocachanclismos y otros extravíos (32) Patriotas contra nacionalistas: el derbi y las esteladas

Justo cuando Ada Colau había aceptado la vuelta de la selección española de fútbol a Barcelona en un partido oficial desde 1975, decisión plagada de distensión y normalidad, ésta ha sido respondida con la tomada por la delegada del Gobierno en Madrid Concepción Dancausa, que ha decidido prohibir las banderas estelades en la próxima final de la Copa del Rey, para lo cual se conformarán dos anillos de policía que se verán obligados a registrar a decenas de miles aficionados culés para requisarles las enseñas independentistas. 

Esta arbitraria y provocativa prohibición de las estelades (que no están prohibidas en la Ley del Deporte) crea un problema donde no lo había y parece una cínica maniobra electoral que no hará más que cargar de motivos los victimismos de los soberanistas pero no sólo de ellos, sino de muchos otros catalanes que ven en ella una persecución gratuita a uno de sus símbolos, compartido o no. Una decisión estúpida y contraproducente (criticada hasta por Xavier García Albiolmás dentro de la miríada de necedades con las que el gobierno Rajoy lleva cuatro años castigándonos, muchas de las cuales han supuesto centenares de miles de adhesiones a la causa independentista. PP, ese partido de patriotas...

Actualización 20 Abril: Afortunadamente, el poder judicial intervino y desestimó la petición de la delegada del Gobierno. Que cada uno apoye a quien quiera y diga lo que le dé la gana, estemos o no de acuerdo con ello. Democracia lo llaman. 

Patriotas contra nacionalistas: el derbi

Rubén Amón El País 19 may 2016

La delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, se ha puesto a hacer méritos para que se la condecore como una heroína del patriotismo. El problema es que el fervor con que ha prohibido las esteladas en el Vicente Calderón se resiente del cinismo político y hasta de la arbitrariedad legislativa. Requiere forzarse mucho el espíritu y la letra de la ley de la violencia deporte para convenir que las banderas soberanistas incitan el odio y amenazan la convivencia, aunque todavía resulta mucho más ridículo el impracticable ejercicio policial de cachear a los aficionados del Barça para "incautarles" las esteladas, sobre todo porque esta purga ejemplarizante cuestiona los límites de la libertad de expresión y contribuye de forma desmedida a la exaltación del discurso victimista.

Aficionados del Barça con esteladas, en el Camp Nou, el pasado noviembre. A. Gea / El País Vídeo

Era el pretexto que necesitaban el president Puigdemont y la alcaldesa Colau para ausentarse de la finalísima. Un despecho institucional que contradice las últimas novedades de la política de deshielo y que retrata el efecto contraproducente —premeditadamente contraproducente— de la decisión de Dancausa, naturalmente confortada ella con la aprobación y respaldo del Gobierno.

Mariano Rajoy quiere preservar el escrúpulo constitucional en la inercia de sus intereses electorales, del mismo modo que la Fiscalía va a movilizarse de oficio para escarmentar la gran pitada al himno. Menos corpulenta que otros años porque la afición del Sevilla garantiza el contrapeso de las ovaciones, pero igualmente expuesta a la comisión de un estrafalario delito de injurias al Rey o a los símbolos y emblemas de España.

Ni pitar el himno ni exhibir las esteladas contribuyen a la filantropía ni al hermanamiento de los pueblos, pero las medidas de excepción que comprometen a la libertad de expresión solo pueden adoptarse desde presupuestos inequívocos. Y no desde el oportunismo político ni desde la confusión de banderas y pasiones.

Concepción Dancausa ha leído e interpretado a su manera la ley de violencia del deporte. Ha politizado la final de la Copa del Rey tanto como anoche pretendió hacerlo Joan Tarda. El diputado de Esquerra exigió la retirada del Barcelona, propuso que el club de Luis Enrique e Iniesta asumiera un papel sacrificial en la causa soberanista, inaugurando un nuevo episodio de manipulación de sentimientos.

Se trata de una mayúscula irresponsabilidad. No ya la de someter el deporte al corsé identitario, restringiendo la universalidad del Barça al ensimismamiento nacionalista, sino la escalada que ha abierto Dancausa en un terreno tan incendiario, tan irracional y tan imprevisible como la amalgama del fútbol y la política. Las cosas están donde las quería el Gobierno de Madrid y donde las quería Puigdemont. Un derbi entre patriotas contra nacionalistas empapado de obscenidad electoral que frivoliza el peligro de los peores instintos.