Música para camaleones (112) Rosalía - Malamente (Cap. 1: Augurio)


 Ese cristalito roto Yo sentí cómo crujía Antes de caerse al suelo Ya sabía que se rompía (¡uh!) Está parpadeando La luz del descansillo Una voz en la escalera Alguien cruzando el pasillo Malamente (eso es) (así sí) Malamente (tra, tra) Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal (mira) Malamente (toma que toma) ('amonó) Malamente (eso es) (¡'illo!) Malamente Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal Malamente (¡uh!) Se ha puesto la noche rara Han salí'o luna y estrellas Me lo dijo esa gitana (¿qué?) Mejor no salir a verla (no) Sueño que estoy andando Por un puente y que la acera (mira, mira, mira, mira) Cuanto más quiero cruzarlo (¡va!) Más se mueve y tambalea Malamente (eso es) (así sí) Malamente (tra, tra) Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal (mira) Malamente (toma que toma) ('amonó) Malamente (eso es) (¡'illo!) Malamente Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal Malamente Aunque no esté bonita La noche, ¡Undivé! Voy a salir pa' la calle En la manita los aros brillando En mi piel los corales Me proteja y me salve Me ilumine y me guarde Y por delante No voy a perder ni un minuto en volver a pensarte Malamente (eso es) (así sí) Malamente (tra, tra) Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal (mira) Malamente (toma que toma) ('amono) Malamente (eso es) (¡'illo!) Malamente Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal (¡'illo!) Malamente (Toma que toma) Malamente (¡'illo!) Malamente (tra, tra) Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal ('amonó) Malamente (Toma que toma) ('amonó) Malamente (eso es) ¡'Illo! Malamente Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal Malamente

Vocabulario Fundamental. Gatos (9) Cristina y el cielo de los gatos

Afortunadamente también existen animales que pueden vivir toda su existencia junto a personas que los respetan y cuidan como miembros de su propia familia, una de ellas nuestro admirado Alfonso Armada, de cuyo blog en Fronterad importamos su último post, una hermosísima elegía por la muerte de su gata Cristina. Esa felinilla estará siempre en su corazón, ahora también para siempre en nuestro blog.

Cristina y el cielo de los gatos

Alfonso Armada - FronteraD 21 de diciembre, 2018

viernes

El desconcierto es lógico. Como para no saber en qué ciudad dormiste anoche. De qué hablaste con Helena Maleno esta mañana. Cómo conseguiste embarcar en el tren de las 16.45 siendo el último pasajero y recorriendo el andén a la carrera.

Pero también escuchando atentamente el impacto del iris de Isabel sobre cada letra, para provocar un relámpago de lucidez que nos permite comunicarnos con ella, que sigue despidiéndose.

Como Cristina, que languidece, va perdiendo peso, ronronea en el pasillo cuando me acuesto junto a ella. Y no le decimos nada a la niña de que sangró esta noche cuando le dimos la medicina. No hay salvación, y acaso ella ya lo sepa, como lo sabemos nosotros, aunque apenas hablemos de ello.

sábado

Adormecida en mi sofá, donde suelo leer, esta noche no la despertaré. Cristina se muere lentamente. Resulta doloroso ver cómo contempla el agua y la comida, y ni lo intenta. Cada vez está más delgada. Nos mira perpleja. 

domingo

Recuento. De días cuya huella es tenue, se desdibuja. Mientras la gata nos dice que, en silencio, sufre, va perdiendo la batalla, ha empezado, inexorablemente, a despedirse. 

lunes

Nos vamos adaptando al cambio de temperatura, de humor, de luz, de episodios que van configurando el tiempo que, si tenemos suerte y conciencia, podemos llamar vida. En realidad, no debería quejarme. Aunque todo se terminara súbitamente esta noche, o mañana. Como la vida de Cristina, que nos ha acompañado durante cerca de veinte años y ahora nos mira sin entender qué o quién la está llamando. Porque creo que la gata presagia su propia muerte. Cómo no darle cariño después de tantos años de convivencia entre Nueva York y Madrid. No se trata de humanizarla ni de equiparar su dolor al de los humanos. Se trata de reconocer a cada ser vivo en su circunstancia, en qué medida saca nuestros sentimientos menos mezquinos, nos interpela acerca de nuestra condición aquí, en este planeta que se mueve por la Vía Láctea sin que sepamos a ciencia cierta cuál es nuestra misión, nuestro destino. Pero yo creo que de nuestro comportamiento hacia los otros, incluidos por supuesto los animales y las plantas, y hacia nosotros mismos, depende el sentido profundo de la existencia.

martes

De madrugada, me asomo al patio de luces. Veo mi sombra, agigantada, borrosa, contra la pared de enfrente. Hay ropa tendida: el vestuario de una compañía de fantasmas. Ropa aterida de frío, planchada por la baja temperatura. Y el alféizar iluminado de un piso inferior, donde no conozco a nadie.

La gata se está apagando. Y nosotros con ella. ¿Cómo no entristecerse?

miércoles

Los tres sabíamos, aunque no nos lo dijéramos, que el de las tres menos diez de la tarde iba a ser el último viaje de Cristina, que ya no volvería de la clínica, que regresaríamos con el transportín rojo que le compramos en Nueva York para las visitas al veterinario… vacío.

Los tres sabíamos que nuestra gata, que nos ha acompañado en Nueva York durante casi un tercio de nuestras vidas (hablo de C y de mí) y buena parte de la vida de Ana María, estaba pasando sus últimas horas en este mundo, no iba a poder superar ese cáncer que la devoró en menos de quince días.

Pero no nos lo dijimos. Aunque los tres pensábamos lo mismo. Que la gata que llenaba cada rincón de esta casa con su silencio, su misterio, sus exigencias, su escurridizo cariño, sus arrebatos esporádicos de furia cuando la importunaban, las batallas con su rabo, había agotado su tiempo.

Cuando el oncólogo la quiso examinar se revolvió con rabia, como la felina indomable que es. Saltó de la mesa de observación y se refugió bajo ella. Tuve que cogerla, con tanta firmeza como cariño, y envolverla en una manta, para que la examinaran. Y lo que nos dijo el veterinario no admitía ninguna esperanza. Por eso nos preguntaba en silencio qué le pasaba, por qué no podía beber, por qué no podía comer, por qué le costaba tanto conciliar el sueño.

Por eso, de común acuerdo, y mientras llorábamos los tres, cada uno a su manera, accedimos a que la durmieran para siempre.

Nos despedimos de ella. La acariciamos. C y Ana María la besaron como solían hacer casi todos los días. Ella nos miraba con ojos de pena, de incertidumbre, pero también de vacío. 

Se hace muy extraño llegar a casa y que no esté. No abrir la puerta del piso antes de acostarnos para que salga a afilarse las uñas, como hacía en Nueva York, como seguía haciendo aquí.

Como ocupaba cada rincón de la casa, su ausencia es inevitable. Demasiadas cosas nos recuerdan a ella.


Fuimos felices juntos. Ha sido una extraña, preciosa, poco dulce, hermética, listísima, compañera de viaje. Todos hablábamos con ella, y decíamos tener una relación especial, específica, distinta con ella.

La quisimos y la tratamos como a un miembro más de la familia. La echaremos mucho de menos. Tuvo una buena vida con nosotros, mucho mejor que en el sótano de aquel edificio en la esquina entre Park Avenue South y la calle 28, donde las hijas de Luigi, el portero, la bautizaron como Cristina Aguilera. A la hermana que no la dejaba comer, más mayor y abusiva, la llamaron Britney Spears. La adoptamos poco después del 11-S. Nunca la olvidaremos. 

Tiene toda la razón Olvido García Valdés: “Están muy solos también los animales”. El primer post de este blog, el 8 de febrero de 2012, se titulaba La gata Cristina y ChecoslovaquiaHoy, al llegar a casa, me encontré con el último número de The New Yorker:

Vocabulario Fundamental. Animales (53) El asesinato de Sota


El pasado día 18 de diciembre en Barcelona un agente de la Guardia Urbana le pegó un tiro en la cabeza a la perrita que era la única compañía de un chico estonio que se ganaba la vida vendiendo pulseras en la Gran Vía de Barcelona.

Varios policías se habían acercado al chico y uno de ellos, tras darle una hostia porque sí, porque no me gusta tu nombre, al ver que la perrita les ladraba (en ningún caso les mordió) decidió que el procedimiento adecuado era ejecutar al molesto animal. Las imágenes de la perra agonizando en la calle, desangrándose pero aún moviendo la cola, como no entendiendo que hace ella muriéndose ahí, cuando sólo quería jugar y que dejaran de pegar a su dueño, son de las que no se olvidan. A mí al menos se me han metido dentro y me están matando.

Dulce Sota, lo siento en el alma, siento que te hayas ido de este mundo de esta forma tan cruel, tan triste, tan sola, sin poder comprender a las personas. Al menos ésta que escribe ya te lleva en el corazón. Querido Tauri, siento tu dolor como si fuera mío, siento que ni siquiera pudieras abrazarla mientras moría para que no lo hiciera sola, espero que puedas vivir con esta desgracia que tan injustamente te ha devastado la vida. 

Al menos la solidaridad con Sota y Tauri se ha desbordado en los colectivos animalistas Si alguien quiere firmar esta petición para exigir que se investigue y se juzgue este hecho de lesa Naturaleza, de lesa humanidad, en este enlace se puede.

P.D. En recuerdo a Sota, 'Dogsong', de The Be Good Tanyas




Out in the trees, dirt on our knees / We laid him down forever / And on that hill there it was still / As in the ever after / He lays his rest we knew it best / To lay him down so gently / And now he sleeps / where moss does creep / And no more is he with me / The birds did cry, and so did i / To think of life so lonely / And in their song i heard it long / What sadness, and what beauty / Your friend is gone, but / you live on / In life you loved him fully / But now little streams and forests / Dream / And all is made more holy


El amo de la perra abatida por un policía: “Sota no le mordió”

El joven estonio denuncia ante el juez a los agentes por agredirle tras la muerte del animal en plena calle

El País - Barcelona 21 diciembre 2018 - 20:24 CET

Minnesota es el nombre con el que se la entregaron después de ser abandonada. Pero él la llamaba Sota. "Dormía conmigo, se levantaba conmigo... Sota me ha demostrado más amor que mi familia", explica Tauri Ruusalu sentado en un banco de la Ciudad de la Justicia. A ratos, el joven estonio baja la cabeza, interrumpe su relato y se queda como en trance mientras recuerda a la perra que le ha acompañado desde que llegó a Barcelona, hace un año y cuatro meses, como mochilero. "Sota ha estado con niños y no les ha hecho ni un arañazo. No ha mordido a nadie. Tampoco al policía que la asesinó".

Ruusalu acaba de denunciar ante el juez al agente de la Guardia Urbana que, el pasado miércoles, sacó su pistola en plena Gran Vía de Barcelona y mató a Sota, un mestizo de labrador de unos dos años y medio, de un solo y letal disparo. Según la versión oficial, la perra le había mordido en el brazo y buscaba su cuello. El joven lo niega de forma rotunda y airada. Su abogada, Inés Guardiola -que le asiste de forma altruista- ha pedido al juez que impida la destrucción del cuerpo del animal y que obligue a un hotel cercano a entregar las imágenes de las cámaras de seguridad. El Ayuntamiento de Barcelona ya ha anunciado que investigará los hechos.


El joven, que vive en la calle y vende pulseras, también hace un llamamiento para encontrar testigos de lo ocurrido. Los hechos, que han indignado a las entidades animalistas, ocurrieron en pleno mediodía del miércoles. Ruusalu paseaba por la calle junto a Sota, que como siempre iba "suelta, sin atar", cuando un agente le tocó en el hombro y le pidió que se identificara. A partir de ahí, los relatos de la Guardia Urbana y del amo de la perra abatida difieren por completo y han dado lugar a denuncias cruzadas.

"Me ofrecí a escribirle mi nombre porque es complicado. El policía pensó que le tomaba el pelo", cuenta. El agente le dio entonces, siempre según su versión, un manotazo en la cara. Sota se interpuso entre los dos. "Subió sus patas delanteras al brazo del policía, pero no le mordió. Movía la cola todo el rato. Pensaba que estábamos jugando". Ruusalu dice que ordenó al animal colocarse detrás de él. Pero el urbano le gritó para que entrara en el coche y Sota ladró y se dirigió hacia el policía.

Una ejecución a sangre fría. Así describe Ruusalu la acción del urbano. El joven estonio se lleva las manos a los bolsillos, las saca simulando que lleva una pistola y reproduce de forma teatral lo ocurrido ante la mirada de los vigilantes de seguridad de la Ciudad de la Justicia, vacía y espectral a estas horas de la noche. "No dijo nada. Sacó su pistola y sin dudarlo apuntó directamente a la cabeza y disparó. La asesinó. Estaba a unos tres metros. Me quedé aterrorizado".

Ruusalu se queda otra vez paralizado, los ojos fijos en el suelo mientras rememora aquel momento. Más calmado, intenta buscar una explicación: "No sé si el policía se asustó o quiso probar su poder contra mí. No estoy en contra de los policías, pero tienen que saber controlar una situación. El policía que disparó a Sota tiene un problema mental, no puede llevar un arma".

Agresión tras el 'shock'

El nómada Ruusalu (antes de vivir en las calles de Barcelona recorrió otras en Francia, Suiza o Alemania para "entender nuevas culturas") acude a los juzgados, de entrada, para despedirse en condiciones de su compañera. "Quiero el cuerpo de mi perra. Quiero incinerarla y enviar sus restos al Mediterráneo. Le encantaba bañarse allí. Fuimos muchas veces al camping de Waikiki [en Tarragona] y Sotajugaba con los niños, que le hacían de todo", recuerda, y por primera vez su rostro deja de ser anonadado.

Pero Ruusalu también busca justicia por lo que, cuenta, le ocurrió tras el disparo. El joven quedó en shock y cogió un monopatín que llevaba para "defenderse", según su denuncia, que no entra demasiado en ese asunto aunque el joven admite que entonces estaba "muy enfadado". La Guardia Urbana, en cualquier caso, ha denunciado al mochilero estonio por atentado a la autoridad. Según la versión oficial, golpeó a uno de los agentes con el monopatín.

Otros agentes de la Guardia Urbana acudieron entonces al lugar y se abalanzaron sobre Ruusalu para reducirle. Esa escena sí fue grabada parcialmente en un vídeo difundido estos días, en el que también se ve a Sota agonizando en la acera, rodeada por un charco de sangre en torno a su cabeza mientras aún mueve la cola.

La denuncia interpuesta por Inés Guardiola, del bufete Del Castillo, relata que fue agredido "brutalmente" por cinco policías. "Un agente con la bota policial me pisó expresamente y sin justificación la mano izquierda". En el coche, Ruusalu dice que también fue agarrado por el cuello y golpeado en el diafragma. Por la noche, en el hospital, solo recuerda que le sedaron para calmarle y que se despertó varias veces llamando a Sota y buscándola, en vano, debajo del colchón.

Campanadas de la Historia (67) 70 años de Derechos Humanos

Un documental de la productora franco-alemana ARTE nos ofrece un recorrido a la situación actual de los derechos humanos en el mundo a través de algunos de los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que fue proclamada en París el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de la ONU. Siete décadas después, sigue siendo fundamental defender aquellos ideales en un mundo de políticos populistas y autoritarios que gobiernan en algunos de los más grandes y poderosos países del mundo. 

Pero no sólo los regímenes autocráticos amenazan su cumplimiento, las guerras, los conflictos de baja intensidad o los desmanes del capitalismo y las grandes corporaciones siguen cuestionándolos. El reportaje nos lleva por China, Hong Kong, Bangla Desh, Guatemala, Indonesia, Turquía, Kenia, Arabia Saudí o Hungría para conocer a personas y organizaciones que trabajan, en entornos altamente desfavorables, para defender estos cimientos inalienables de la dignidad humana que setenta años después siguen necesitando ser defendidos.

El Crackómetro (48) Luka Modric: Balón de Oro a un lustro de fútbol

Luka Modric: Balón de Oro a un lustro

Texto: La Galerna - Antonio Valderrama 4 diciembre, 2018


Luka Modric ha ganado el Balón de Oro. A principios de temporada también le dieron el The Best, de la FIFA. Es el primer futbolista que gana alguno de estos premios desde hace diez años y que no es ni Messi ni Cristiano. Esto es importante y no puede pasar desapercibido. Modric ha roto la dinámica salvaje, acaparadora, de los dos mejores futbolistas de la Historia. Quedará eso en los anales, no fue un jugador cualquiera, un Sneijder que floreció un año y ganó un triplete: fue Luka Modric, el secretario de Estado del equipo que tiranizó la Copa de Europa durante un lustro.

Porque el Balón de Oro que ayer recibió el croata es un premio comunal. En varios sentidos. El primero, el sentimental. Todo el madridismo abrazó ayer a Modric. El calado emocional de este jugador entre la hinchada más voluble y pasionalmente extraña del mundo es una cosa digna de ver. El segundo sentido comunitario del premio tiene que ver con la jerarquía de su Madrid. Hasta ahora los galardones individuales se los había llevado todos Ronaldo, seguramente todos merecidos. Ronaldo era la proa del tetracampeón de Europa, el símbolo, su representación dramática y extrema: el goleador, el héroe, también el villano. Una vez Ronaldo ya no está, los premios, como si se democratizaran, van a Modric y se realiza una transferencia simbólica, del hombre con superpoderes a la estructura que sostuvo (y todavía, sostiene) a ese equipo legendario, déspota de Europa.

Seguramente esta no ha sido la temporada más brillante de Luka Modric en cuanto al juego y a la regularidad. Sin embargo, ha sido, sin duda, la más prolífica y lujosa: campeón de Europa con el Madrid, por tercera vez consecutiva además y cuarta en cinco años, y finalista de la Copa del Mundo con Croacia, nada menos. Se pueden admitir réplicas a que le concedan el The Best y el Balón de Oro: probablemente el Madrid no habría sobrevivido contra el PSG ni la Juventus sin Ronaldo, amenaza eterna contra Bayern y Liverpool aunque no ejerciera de matador, etcétera. Pero la cuestión del Balón de Oro se desdobla también en otro sentido, de club, de estatus: ha sido irse Ronaldo del Madrid y dejar de contar para estas cosas, sin variar un ápice su influencia como jugador en los éxitos de su equipo. Es decir, desamparado, fuera del edén que Florentino construyó para este Madrid campeón, el planeta fútbol se ha olvidado de él y ha decidido centrar sus alabanzas en lo que había a la espalda del gigante, o sea, el Madrid de los (demás) jerarcas. Tan grande resulta la creación florentinista que Messi ni siquiera cuenta; no sólo su Real tetracampeón ha diluido el efecto de la Era Messi sobre el terreno de juego, acumulando chapa y gloria, sino que ha borrado al argentino del mapa donde se luce el star system del fútbol mundial.


No se puede olvidar la final de Kiev. El mundo contempló extasiado la jugada del 2-1. Terminó en una chilena prodigiosa de Bale, un trueno de Júpiter, sin duda hermoso y terrible por lo que tuvo de devastador, aniquiló la fe del Liverpool. Pero hay que fijarse en la jugada. El Madrid menea la pelota de lado a lado del campo ante la presión altísima de los ingleses. No la pierde. Hay un punto sobre el que gira el artefacto: Modric. La jugada es la sublimación del guardiolismo. El Madrid sobrevivió a la solución final ideada por el Pep y Xavi Hernández y una vez logró sacar la cabeza adquirió la noción de que aquello era necesario para vencer: todos los imperios incorporan lo que más daño les hizo de su peor enemigo, lo integran, lo asimilan y lo desarrollan. Modric es eso. Modric llegó al Madrid por un empeño personal de Mourinho, que acababa de derrotar al Barcelona de Guardiola en la Liga de los 100 puntos y sabía que el upgrade, como decía él, pasaba necesariamente por articular un fútbol como aquél. Ni con Xabi ni por supuesto con Khedira (s) bastaba. En esa jugada de Kiev Modric lleva el balón aquí, allá y acullá, y todo parece una sinfonía, todo está en el lugar correcto y los de rojo persiguen fantasmas como un día unos desgraciados de blanco persiguieron espectros en el Camp Nou. Era el final del trayecto. El gol lo firmó Bale y fue una preciosidad pero la artesanía correspondió al pequeño príncipe croata, que llevó la jugada hasta el costado de Marcelo después de acunarla como a un recién nacido hasta que finalmente, dormido, pudo ir a acostarse al lecho de los elegidos.

Que haya ganado Modric no sólo un Balón de Oro sino éste Balón de Oro también tiene una importancia cultural que no se puede desdeñar. Lo ha ganado Modric y no Xavi. Lo ha ganado un centrocampista. Durante años la prensa española dio una murga intolerable pidiendo el Balón de Oro para Xavi o para Iniesta, creo recordar también algunas voces desquiciadas que lo pedían conjuntamente para los dos, algo disparatado. Se dio por hecho aquí, sobre todo tras el Mundial de 2010, que el fútbol español era lo que la democracia liberal para Fukuyama, el final de la Historia, el non plus ultra. Modric llegó a España y se puso la camiseta naranja, en la temporada de la Décima, y fue como si jugara Cruyff para el Madrid. Después de apropiarse de esa figura romántica, fundacional del barcelonismo moderno, Modric gana lo que no pudieron ganar los dos grandes tótems del estilo y de la fuerza literaria del gran adversario: Modric es la venganza total del madridismo contemporáneo, la certeza absoluta para Florentino de que su idea del Madrid y de fútbol era la correcta. Florentino tenía razón.

Modric no conectó de primeras con el Bernabéu, quizá tampoco con el madridismo universal. Desde luego no ha conectado nunca con los trovadores del fútbol español, es decir los periodistas. Alfredo Relaño, sin ir más lejos, director del segundo gran periódico deportivo de este país y votante de France Football para el Balón de Oro, lo puso en tercer lugar de su lista. La ristra de desprecios a Modric por parte de periodistas es interminable. Sólo los ha rendido la acumulación numérica de proezas deportivas. Modric tampoco fue titular en el equipo hasta prácticamente las semifinales contra el Borussia. Su partido de vuelta en el Bernabéu, en un ambiente apocalíptico, fue emocionante. Aquel día el Madrid perdió el boleto para la final de Wembley pero se sintió en el ambiente que algo comenzaba con aquel croata bajito y narigudo que parecía patinar sobre la pradera de Chamartín. Lo suyo con la hinchada ha sido un enamoramiento, no a primera vista, ha sido una cosa mucho más profunda, una conexión gradual desde la admiración y desde la razón: a ciencia cierta todo el madridismo reconoce que sin Modric el Madrid es otra cosa peor, mucho peor.

Con Modric pasa un poco como con Iniesta. Suele fluir en la sala de máquinas del equipo, suele ser el Big Bang, apenas suma asistencias o goles, salvo días puntuales. Parece que no está pero cuando de verdad no está todo el mundo nota una mancha oscura en mitad del televisor, un cráter. Hay un número que es difícilmente contestable. Luka Modric no ha perdido ninguna eliminatoria de Copa de Europa con el Madrid desde aquella de 2013. Cuando la Juve eliminó al Madrid en 2015 él no estaba en el campo, no pudo jugar aquel partido. El Balón de Oro de 2018 es un poco el premio al Madrid de los jerarcas, al Madrid de Luka Modric.