Casado frente al espejo
La polémica fotografía del líder del PP representa mucho más que un objeto que le devuelve su imagen en mangas de camisa. Hay impostura, propaganda, y hasta una ofensiva forma de expresar el profundísimo dolor que dice sentir por los muertos
De Blancanieves a Narciso, de Valle Inclán a Borges, Poe o Chesterton. Es tan prolija la presencia de los espejos en el mundo de las letras que Pablo Casado ha querido dar inspiración en este inusual Sant Jordi a los grandes autores. Rosas no tenía a mano para repartir entre los instagramers, pero títulos pueden salir unos cuantos de la triste e inoportuna imagen que el líder de la derecha ha colgado en su cuenta de Instagram.
Pablo Casado, en una publicación de Instagram
"El caballero de la corbata negra", "El hombre de luto", "Un líder en mangas de camisa". "La derecha ante su propio espejo" , "El mundo interior del político que lloraba a los muertos". Salen tantos epígrafes como memes han aparecido en las redes sociales con la última ocurrencia de los gurús de la calle Génova. Confiemos en que no fuera el propio Casado quien tuviera la idea, si bien para el caso da lo mismo porque se prestó a ella y la asumió como propia.
No hay momento peor para la sobreactuación que la de una crisis que se ha cobrado más de 21.000 muertos. Casado, que tanto respeto reclama para los fallecidos, les ha convertido en material de la peor propaganda porque nada más hay tras esa imagen que el aprovechamiento en beneficio propio de una tragedia colectiva. Su triste figura ante el objeto que le devuelve su imagen y un texto que dice: "Esto es una catástrofe y un drama en empleo. Aquí nadie va a ganar y ya hemos perdido demasiado todos. Más de 20.000 compatriotas fallecidos merecen nuestro respeto, homenaje y luto".
¿De qué respeto habla? Si ese es todo el tributo que le merecen las víctimas de esta pandemia y esas las únicas palabras que le brotan para llegar al corazón de la compungida sociedad es que no merece ya representar siquiera a quienes le votaron en las últimas elecciones. Los errores del Gobierno han sido notables. Muchos, si se quiere. La urgencia por comunicar antes que reflexionar, dialogar o pedir asesoramiento a los expertos ha llevado a Sánchez a episodios tan esperpénticos como el vivido esta semana con la decisión de "aliviar" el confinamiento a los menores. Nunca antes se visualizó tan claramente que hay un problema de desconexión entre ministros, una pelea soterrada por la paternidad de algunas medidas y una dinámica de trabajo en los Consejos de Ministros que deja al descubierto cierta desconfianza entre socios de Gobierno. Además de un problema sanitario y de salud pública, España tiene un problema de liderazgo político. Se mire hacia donde se mire.
La envergadura de la crisis quizá puede llevarse por delante al Gobierno, que es lo que busca la derecha con su insultante ofensiva de desgaste, su altisonante verbo y su crítica de trazo grueso cada vez que se pone delante de una cámara o se sube a la tribuna del Parlamento. La pregunta es si con Casado, no le pasará a Sánchez lo mismo que le ocurrió en su día con Susana Díaz, que su razón de ser, estar y ganar no estaba tanto en sus aciertos, sino en los errores del adversario.
En el fondo, el espejo de Casado representa mucho más que un simple objeto: es su verdadero mundo. Su presencia, su impostura, su sobreactuación y su ofensiva forma de expresar el profundísimo dolor que dice sentir por los muertos. He ahí el misterio de los espejos, que reflejan, ocultan, mienten, deforman y hasta confiesan. Y lo que ha revelado el del líder de la derecha no es muy alentador para quien estos días de miedo, congoja y preocupación no se atreven siquiera a mirarse cada mañana al espejo para no ver la angustia que reflejan sus rostros ni las ojeras provocadas por tantas noches en vela por el temor a enfrentarse a lo que nos depara la España post coronavirus. Todo será distinto y parece que la única certeza es que la política seguirá siendo la misma, la que representa Casado ante un espejo que, como el de Narciso, también puede ser de agua. Si fuera así, el final es bien conocido: se enamorará de su propia imagen, caerá y se ahogará para siempre.
La versión de Blancanieves sería aún peor porque dibujaría a un líder del PP que se pregunta cada mañana aquello de ¿quién de este reino es el más hermoso: Abascal o yo? Y eso constataría que en lo que está el líder de los populares no es en una guerra contra un virus, sino contra la ultraderecha por la hegemonía del bloque al que pertenece.
Cuando esto pase, que pasará, se hará un balance. Sosegado, limpio y elaborado con perspectiva. Entonces será también el momento de decir que la sociedad cumplió ejemplarmente con su parte del esfuerzo colectivo. Y no todos los políticos podrán decir lo ídem de sí mismos.