Mi amigo Ignacio López Calvo (con esta imagen de arriba) e Iñaki Gabilondo nos ofrecen sus reflexiones tras el referendum (o lo que sea) que ayer se realizó en Cataluña y la lamentable actuación policial que intentó impedirlo en algunos lugares y que sólo sirvió para ahondar más en la brecha emocional de muchos catalanes con España. Como dice El Mundo Today "cientos de catalanes ingresados con la Marca España en varias zonas del cuerpo".
Viendo cómo se han desarrollado los acontecimientos no podemos por menos que estremecernos por este enorme desatino, que se suma a una larga lista de errores en más de una década por parte del ahora partido en el poder, el corrupto hasta la médula Partido Popular. No incluyo aquí a los propios independentistas ya que no me representan y lo que han hecho es (además de aprobar la ley del referendum laminando indecentemente a la oposición) manipular el descontento y las emociones de la gente para recoger para su provecho el fruto de las acciones e inacciones de un gobierno y un partido colaboradores necesarios, esenciales, en el auge y consolidación del soberanismo catalán. Algo por otra parte reconocido por los propios independentistas de siempre, que han visto engrosadas exponencialmente sus filas a fuerza de crisis, victimismos y los infinitos escándalos peperos.
Soberanismo que, con la absurda y violenta actuación de la policía en estos días, ha conseguido sumar otro suculento agravio y que no se hable de que esta votación no haya superado ni en número de votantes ni de síes a la independencia respecto aquel 9N, quedándose -según su propio recuento- en poco más de dos millones de votos favorables a la independencia de un total de 5,3 millones de posibles sufragios, aprox. un 37% del total. Con este resultado sería un fraude manifiesto y una irresponsable temeridad una declaración unilateral de independencia como ya ha apuntado Puigdemont, un error histórico que nos condenaría a un escenario de ruptura que destruiría la sociedad catalana y ahondaría definitivamente la brecha emocional entre España y Cataluña.
La gestión de la cuestión catalana por parte de Mariano Rajoy y el PP ha sido dañina y contraproducente, aferrada a una totémica legalidad de un partido que las ha roto todas. Comenzó con la recogida de firmas contra el Estatut y siguió con el recurso del mismo ante el Tribunal Constitucional, que acabaría cercenando lo que los catalanes previamente habían acordado. Después, ya en el Gobierno y con mayoría absoluta, su negativa tajante al pacto fiscal y el rechazo a cualquier diálogo con contumaz cerrazón, lo que ha hecho que el independentismo sumara decenas de miles de nuevos conversos cada año.
Y ahora, cuando el 1-O se acercaba, la vieja táctica de Rajoy de esperar hasta que el problema desapareciera por si solo no ha funcionado, como era de prever. Porque hay dos millones de personas (el 37% del censo electoral, concretamente) que se han asociado y organizado para ir a una carretera a cogerse de la mano y manifestando que se han estado manifestando durante estos años siguen y seguirán estando ahí, nos guste o no nos guste. Y tendría que haberse comunicado con ellos para intentar desactivarles políticamente, no ningunearlos durante años o echándoles encima jueces y policías. Porque esto sólo ha conseguido darles más pretextos para reafirmarse en sus victimismos, más argumentos con los que convencer a muchos indecisos.
La declaración de Rajoy en la tarde del domingo, la misma mierda de siempre, volvía a demostrar su necedad política, su lejanía de la realidad y su nulo sentido como estadista. Estos y aquellos supuestos grandes patriotas son los que van a destruir su país, nuestro país. Ahora, con cada bando blandiendo sus banderas y sus agravios, sus prejuicios y su falta de empatía, sólo nos queda asistir, cada día más impotentes, más avergonzados y tristes, cómo se suceden los acontecimientos mientras España y Cataluña se siguen desgarrando cada día un poco más.
Viendo cómo se han desarrollado los acontecimientos no podemos por menos que estremecernos por este enorme desatino, que se suma a una larga lista de errores en más de una década por parte del ahora partido en el poder, el corrupto hasta la médula Partido Popular. No incluyo aquí a los propios independentistas ya que no me representan y lo que han hecho es (además de aprobar la ley del referendum laminando indecentemente a la oposición) manipular el descontento y las emociones de la gente para recoger para su provecho el fruto de las acciones e inacciones de un gobierno y un partido colaboradores necesarios, esenciales, en el auge y consolidación del soberanismo catalán. Algo por otra parte reconocido por los propios independentistas de siempre, que han visto engrosadas exponencialmente sus filas a fuerza de crisis, victimismos y los infinitos escándalos peperos.
Soberanismo que, con la absurda y violenta actuación de la policía en estos días, ha conseguido sumar otro suculento agravio y que no se hable de que esta votación no haya superado ni en número de votantes ni de síes a la independencia respecto aquel 9N, quedándose -según su propio recuento- en poco más de dos millones de votos favorables a la independencia de un total de 5,3 millones de posibles sufragios, aprox. un 37% del total. Con este resultado sería un fraude manifiesto y una irresponsable temeridad una declaración unilateral de independencia como ya ha apuntado Puigdemont, un error histórico que nos condenaría a un escenario de ruptura que destruiría la sociedad catalana y ahondaría definitivamente la brecha emocional entre España y Cataluña.
La gestión de la cuestión catalana por parte de Mariano Rajoy y el PP ha sido dañina y contraproducente, aferrada a una totémica legalidad de un partido que las ha roto todas. Comenzó con la recogida de firmas contra el Estatut y siguió con el recurso del mismo ante el Tribunal Constitucional, que acabaría cercenando lo que los catalanes previamente habían acordado. Después, ya en el Gobierno y con mayoría absoluta, su negativa tajante al pacto fiscal y el rechazo a cualquier diálogo con contumaz cerrazón, lo que ha hecho que el independentismo sumara decenas de miles de nuevos conversos cada año.
Y ahora, cuando el 1-O se acercaba, la vieja táctica de Rajoy de esperar hasta que el problema desapareciera por si solo no ha funcionado, como era de prever. Porque hay dos millones de personas (el 37% del censo electoral, concretamente) que se han asociado y organizado para ir a una carretera a cogerse de la mano y manifestando que se han estado manifestando durante estos años siguen y seguirán estando ahí, nos guste o no nos guste. Y tendría que haberse comunicado con ellos para intentar desactivarles políticamente, no ningunearlos durante años o echándoles encima jueces y policías. Porque esto sólo ha conseguido darles más pretextos para reafirmarse en sus victimismos, más argumentos con los que convencer a muchos indecisos.
La declaración de Rajoy en la tarde del domingo, la misma mierda de siempre, volvía a demostrar su necedad política, su lejanía de la realidad y su nulo sentido como estadista. Estos y aquellos supuestos grandes patriotas son los que van a destruir su país, nuestro país. Ahora, con cada bando blandiendo sus banderas y sus agravios, sus prejuicios y su falta de empatía, sólo nos queda asistir, cada día más impotentes, más avergonzados y tristes, cómo se suceden los acontecimientos mientras España y Cataluña se siguen desgarrando cada día un poco más.
La voz de Gabilondo (65) Catástrofe consumada
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