Del Facebook de nuestra amiga Ana Delgado importamos una simpática instantánea costumbrista de la cat people de su casa, el flemático gato Vigo (a la derecha de la imagen) y la ciclónica gatita Po calculando su siguiente trastada. What happened next?
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Un mundo mejor es posible (53) Siria, de cenizas y esperanza

Este reportaje de ARTE dirigido en 2018 por Suzanne Allant es un retrato de la resistencia civil siria en las zonas de la provincia de Idlib que aún no están bajo el dominio de las tropas del régimen y sus aliados. El reportaje sigue al reportero y fotógrafo Zein Al-Rifai, natural de uno de los barrios del este de Aleppo que se rebelaron contra el tirano Al Asad y acabaron destruidos en las distintas batallas que en esa ciudad siria se llevaron a cabo desde 2012 a 2016.

De la mano de Zein conocemos a 'rebeldes sin armas', como el paramédico Mohammad Alaa, que conduce una ambulancia y busca personas enterradas en los escombros dejados por los bombardeos pero que también ha creado varios refugios para gatos heridos o abandonados, como Il Gattaro di Aleppo.
También a Aïda, que se ocupa desde hace tres años voluntariamente de un orfanato con más de una centena de niños o Aziz, que pinta frescos y mensajes en las ruinas. Personas que aún hacen que aún se conserve algo de esperanza entre la destrucción. Pero, ¿qué será de todos ellos cuando Asad y Putin también devoren Idlib ante el silencio del mundo?
Vocabulario Fundamental. Gatos (10) Duelo de miradas en el Gatipuerto
Fantom y Mancha se retan a un singular combate de miradas por quien toma el control de la Terminal 1 del Gatipuerto. Mientras, Mamágato observa expectante el resultado del enfrentamiento...
Vocabulario Fundamental. Gatos (9) Cristina y el cielo de los gatos
Afortunadamente también existen animales que pueden vivir toda su existencia junto a personas que los respetan y cuidan como miembros de su propia familia, una de ellas nuestro admirado Alfonso Armada, de cuyo blog en Fronterad importamos su último post, una hermosísima elegía por la muerte de su gata Cristina. Esa felinilla estará siempre en su corazón, ahora también para siempre en nuestro blog.
viernesEl desconcierto es lógico. Como para no saber en qué ciudad dormiste anoche. De qué hablaste con Helena Maleno esta mañana. Cómo conseguiste embarcar en el tren de las 16.45 siendo el último pasajero y recorriendo el andén a la carrera.
Pero también escuchando atentamente el impacto del iris de Isabel sobre cada letra, para provocar un relámpago de lucidez que nos permite comunicarnos con ella, que sigue despidiéndose.
Como Cristina, que languidece, va perdiendo peso, ronronea en el pasillo cuando me acuesto junto a ella. Y no le decimos nada a la niña de que sangró esta noche cuando le dimos la medicina. No hay salvación, y acaso ella ya lo sepa, como lo sabemos nosotros, aunque apenas hablemos de ello.
sábado
Adormecida en mi sofá, donde suelo leer, esta noche no la despertaré. Cristina se muere lentamente. Resulta doloroso ver cómo contempla el agua y la comida, y ni lo intenta. Cada vez está más delgada. Nos mira perpleja.
domingo
Recuento. De días cuya huella es tenue, se desdibuja. Mientras la gata nos dice que, en silencio, sufre, va perdiendo la batalla, ha empezado, inexorablemente, a despedirse.
lunes
Nos vamos adaptando al cambio de temperatura, de humor, de luz, de episodios que van configurando el tiempo que, si tenemos suerte y conciencia, podemos llamar vida. En realidad, no debería quejarme. Aunque todo se terminara súbitamente esta noche, o mañana. Como la vida de Cristina, que nos ha acompañado durante cerca de veinte años y ahora nos mira sin entender qué o quién la está llamando. Porque creo que la gata presagia su propia muerte. Cómo no darle cariño después de tantos años de convivencia entre Nueva York y Madrid. No se trata de humanizarla ni de equiparar su dolor al de los humanos. Se trata de reconocer a cada ser vivo en su circunstancia, en qué medida saca nuestros sentimientos menos mezquinos, nos interpela acerca de nuestra condición aquí, en este planeta que se mueve por la Vía Láctea sin que sepamos a ciencia cierta cuál es nuestra misión, nuestro destino. Pero yo creo que de nuestro comportamiento hacia los otros, incluidos por supuesto los animales y las plantas, y hacia nosotros mismos, depende el sentido profundo de la existencia.
martes
De madrugada, me asomo al patio de luces. Veo mi sombra, agigantada, borrosa, contra la pared de enfrente. Hay ropa tendida: el vestuario de una compañía de fantasmas. Ropa aterida de frío, planchada por la baja temperatura. Y el alféizar iluminado de un piso inferior, donde no conozco a nadie.
La gata se está apagando. Y nosotros con ella. ¿Cómo no entristecerse?
miércoles
Los tres sabíamos, aunque no nos lo dijéramos, que el de las tres menos diez de la tarde iba a ser el último viaje de Cristina, que ya no volvería de la clínica, que regresaríamos con el transportín rojo que le compramos en Nueva York para las visitas al veterinario… vacío.
Los tres sabíamos que nuestra gata, que nos ha acompañado en Nueva York durante casi un tercio de nuestras vidas (hablo de C y de mí) y buena parte de la vida de Ana María, estaba pasando sus últimas horas en este mundo, no iba a poder superar ese cáncer que la devoró en menos de quince días.
Pero no nos lo dijimos. Aunque los tres pensábamos lo mismo. Que la gata que llenaba cada rincón de esta casa con su silencio, su misterio, sus exigencias, su escurridizo cariño, sus arrebatos esporádicos de furia cuando la importunaban, las batallas con su rabo, había agotado su tiempo.
Cuando el oncólogo la quiso examinar se revolvió con rabia, como la felina indomable que es. Saltó de la mesa de observación y se refugió bajo ella. Tuve que cogerla, con tanta firmeza como cariño, y envolverla en una manta, para que la examinaran. Y lo que nos dijo el veterinario no admitía ninguna esperanza. Por eso nos preguntaba en silencio qué le pasaba, por qué no podía beber, por qué no podía comer, por qué le costaba tanto conciliar el sueño.
Por eso, de común acuerdo, y mientras llorábamos los tres, cada uno a su manera, accedimos a que la durmieran para siempre.
Nos despedimos de ella. La acariciamos. C y Ana María la besaron como solían hacer casi todos los días. Ella nos miraba con ojos de pena, de incertidumbre, pero también de vacío.
Se hace muy extraño llegar a casa y que no esté. No abrir la puerta del piso antes de acostarnos para que salga a afilarse las uñas, como hacía en Nueva York, como seguía haciendo aquí.
Como ocupaba cada rincón de la casa, su ausencia es inevitable. Demasiadas cosas nos recuerdan a ella.
Fuimos felices juntos. Ha sido una extraña, preciosa, poco dulce, hermética, listísima, compañera de viaje. Todos hablábamos con ella, y decíamos tener una relación especial, específica, distinta con ella.
La quisimos y la tratamos como a un miembro más de la familia. La echaremos mucho de menos. Tuvo una buena vida con nosotros, mucho mejor que en el sótano de aquel edificio en la esquina entre Park Avenue South y la calle 28, donde las hijas de Luigi, el portero, la bautizaron como Cristina Aguilera. A la hermana que no la dejaba comer, más mayor y abusiva, la llamaron Britney Spears. La adoptamos poco después del 11-S. Nunca la olvidaremos.
Tiene toda la razón Olvido García Valdés: “Están muy solos también los animales”. El primer post de este blog, el 8 de febrero de 2012, se titulaba La gata Cristina y Checoslovaquia. Hoy, al llegar a casa, me encontré con el último número de The New Yorker:
Vocabulario Fundamental. Gatos (8) Kedi, los gatos de Estambul
"Un retrato colectivo que es tan elegante como sus sujetos de pies ligeros, os garantizo que calmará a las mentes agotadas, y seguro que también baja la presión arterial." Sheryl Linden. The Hollywood Reporter
"'Kedi' podría parecer una divinización de un vídeo de gatos adorables, pero tiene mucho que decir sobre la gente, también" Mike D'Angelo - AV Club
"Me sorprendió la fuerza de 'Kedi'. ¿De dónde viene toda esa emoción? Lo que Torun captura en realidad, en su inesperadamente poderosa película, es la bondad en estado puro (…) Sheila O'Malley - rogerebert.com
"La película de Torun transmite de manera hermosa esa idea — que los gatos de Estambul ayudan a humanizar y dar coherencia a un lugar incontrolable." Bilge Ebiri - Village Voice
"Un documental que resulta encantador con frecuencia (...) La película está repleta de mininarrativas ingeniosamente construidas, incluida una pelea en el césped." Glenn Kenny - The New York TimesEn este Día Internacional del Gato publicamos 'Kedi', un documental dirigido por la realizadora turca Ceyda Torun en 2016 que refleja la peculiar relación que existe entre los habitantes humanos de Estambul y los miles de gatos que pueblan las calles de la gran capital cultural turca, sobre todo en la parte asiática.
Sin dueño legal, estos animales viven entre dos mundos, ni salvajes ni domésticos y el director baja su cámara a su nivel para mostrarnos la perspectiva felina de la gran ciudad pero también la simbiosis que generan con los habitantes humanos, que nos van presentando a los siete gatos protagonistas del documental, sus distintos caracteres y personalidades y su particular relación con cada uno.
Las personas entrevistadas en el documental son las personas corrientes de la calle que conviven e interactúan a diario con los gatos en sus respectivos barrios, se encargan de cuidar a los felinos, darlos de comer o simplemente disfrutan contemplándolos. Muchos de ellos se conectan con los animales tan profundamente que consiguen curar sus propias heridas físicas, afectivas, y emocionales, que los vuelve a conectar con la vida.
Por un lado, Kedi nos sirve para conocer una faceta peculiar de la historia de Estambul y por otro, un estudio sobre la naturaleza humana, ya que sostiene las diversas razones por las que los turcos han elegido coexistir con los gatos de esta manera. De alguna manera se trata de una relación simbiótica de la cual tanto los gatos como las personas se benefician, comida y cuidados a cambio de amistad y compañía.
Otro tema interesante que sale a relucir en 'Kedi' es la amenaza directa a un modo de vida consolidado en las barriadas de Estambul, ya que a los problemas socioeconómicos y políticos de la Turquía actual hay que añadir un nuevo concepto de urbanismo en la ciudad, basado en la construcción de altos y ostentosos edificios que poco a poco van invadiendo el entorno y hábitat existente, para sustituirlo por otro con poca o ninguna preocupación por las personas desplazadas, y ni muchos menos por los gatos que llevan tantos años habitando allí. Ceyda Torun plantea una triste realidad para un futuro no muy lejano.En fin, un documental estupendo para los amantes de los gatos en particular, como el mismo Juez Roy Bean, para los amantes de los animales y la vida en general, como el mismo Juez Roy Bean. Disfrutenlo.
Vocabulario Fundamental. Invierno (9) Otros inviernos peores 3 Lo que de verdad importa

Hace unos días saltaba a las redes una noticia pequeña, ocurrida en un lejano lugar de Turquía, una de esas catástrofes íntimas que suceden cada día de forma anónima por todo el mundo. Ali Dede Kedisin, de 83 años, vivía junto a su gatita Sarikiz (chica rubia) y algunas gallinas en un barrio humilde de la ciudad turca de Mudurnu, hasta que lo perdió todo al incendiarse su casa el pasado 24 de enero, cuando trataba de prender una estufa de queroseno para calentar su humilde vivienda y así resistir las gélidas temperaturas que experimenta Turquía este invierno.
La estufa explotó y su casa, toda de madera, ardió completamente, pero lo que sí tenía claro Ali Dede es que tenía que salvar al pequeño ser que acompañaba su soledad, que compartía su frío y su miseria. Por eso no tuvo dudas para volver a entrar en su casa en llamas para rescatarla, aunque no pudo hacer lo mismo con sus gallinas, pues sólo una se salvó. Tras lograrlo, los dos personajes de nuestra historia se retiraron, ateridos por la lluvia y el miedo, conmocionados, llorando por el hogar perdido y el shock sufrido, pero dando gracias de al menos estar vivos. Y juntos.
Afortunadamente esta vez la televisión había llegado a tiempo para retransmitir su dolor junto a su animal y por esas cosas de Internet el video se viralizó, siendo visualizado por miles de personas, que se conmovieron con su tragedia y empatizaron con aquellos dos desdichados seres a los que nunca habrían conocido si no hubiera sido por su desgracia. Su fugaz celebridad ha propiciado que el gobernador de la provincia le haya prometido ayuda para adquirir una nueva vivienda y una ola de solidaridad en las redes está reuniendo dinero en GoFoundMe para que ambos puedan comenzar su vida de nuevo.
Larga vida al señor Ali Dede Kedisin y a Sarikiz. Salva un animal, te salvarás a ti mismo y salvarás al mundo.
La estufa explotó y su casa, toda de madera, ardió completamente, pero lo que sí tenía claro Ali Dede es que tenía que salvar al pequeño ser que acompañaba su soledad, que compartía su frío y su miseria. Por eso no tuvo dudas para volver a entrar en su casa en llamas para rescatarla, aunque no pudo hacer lo mismo con sus gallinas, pues sólo una se salvó. Tras lograrlo, los dos personajes de nuestra historia se retiraron, ateridos por la lluvia y el miedo, conmocionados, llorando por el hogar perdido y el shock sufrido, pero dando gracias de al menos estar vivos. Y juntos.Afortunadamente esta vez la televisión había llegado a tiempo para retransmitir su dolor junto a su animal y por esas cosas de Internet el video se viralizó, siendo visualizado por miles de personas, que se conmovieron con su tragedia y empatizaron con aquellos dos desdichados seres a los que nunca habrían conocido si no hubiera sido por su desgracia. Su fugaz celebridad ha propiciado que el gobernador de la provincia le haya prometido ayuda para adquirir una nueva vivienda y una ola de solidaridad en las redes está reuniendo dinero en GoFoundMe para que ambos puedan comenzar su vida de nuevo.
Larga vida al señor Ali Dede Kedisin y a Sarikiz. Salva un animal, te salvarás a ti mismo y salvarás al mundo.
Vocabulario Fundamental. Gatos (6) Los gatos que descubrieron los micrófonos ocultos de la KGB
Los gatos que descubrieron los micrófonos ocultos de la KGB
En plena Guerra Fría pocos escapaban a los largos tentáculos de la CIA o la KGB, incluso países aparentemente ajenos a aquella guerra soterrada eran objetivos del espionaje de las dos potencias… como el caso de la Embajada de Holanda en Moscú.
El pasado mes de octubre, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia llamó a consultas al embajador de Holanda, Ron van Dartel, para pedirle explicaciones por el ataque y detención que había sufrido un diplomático ruso en La Haya. Incluso el presidente ruso Vladímir Putin exigió disculpas amparándose en la violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, que prohibía la entrada en las residencias de los diplomáticos… supongo que Putin no recordará lo que ellos hicieron ese mismo año en la Embajada de Holanda.
En plena Guerra Fría pocos escapaban a los largos tentáculos de la CIA o la KGB, incluso países aparentemente ajenos a aquella guerra soterrada eran objetivos del espionaje de las dos potencias… como el caso de la Embajada de Holanda en Moscú.En 1961, el embajador Henri Helb tenía dos gatos siameses que campaban a sus anchas por las dependencias de la Embajada de Holanda. Mientras Henri trabajaba en su despacho, los gatos dormían plácidamente sobre un sillón pegado a una de las paredes. Algo sobresaltó a los gatos porque se despertaron y comenzaron a arañar la pared. El embajador, pensando que sería algún roedor, pegó la oreja a la pared pero no escuchó ningún ruido que pudiese confirmar sus sospechas. Cogió a los gatos y los intentó calmar acariciándolos, pero en cuanto los dejó volvieron a arañar en el mismo punto. Algo había detrás de la pared que les irritaba. Ante la insistencia de sus mascotas, decidió llamar a unos operarios para que averiguasen qué misterio escondía aquella pared. La sorpresa fue mayúscula cuando encontraron un micrófono oculto. Los gatos, gracias a su fino oído que puede captar frecuencias de hasta 25.000 Hz (el umbral de audición del oído humano está en unos 20.000 Hz), habían detectado el micrófono de la KGB. Tras este primer descubrimiento, Henri Helb ordenó que se rastrease todo la Embajada… se descubrieron 30 micrófonos en total. En lugar de retirarlos, se hizo un informe de la localización exacta de los aparatos de escucha y se entregó una copia a todos los miembros del cuerpo diplomático. De esta forma, serían ellos los que filtrarían la información a los rusos según su propio interés.
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