La documentalista catalana Alba Sotorra se adentra con su cámara en la primera línea de la guerra en Siria, para documentar la lucha de las milicianas kurdas del norte del país contra el Estado Islámico y por la revolución feminista en el Kurdistán.
En este estupendo documental asistiremos, a través de la mirada de la Comandante Arian, una de las comandantes del YPJ (las unidades femeninas de protección militar) a la lucha de las mujeres kurdas por su supervivencia, por su libertad.
¿Se puede combatir en una guerra desde una visión feminista? Alba Sotorra se suma, cámara al hombro, a un batallón de mujeres que quieren liberar la ciudad de Kobane del yugo del Daesh para entregarles a las nuevas generaciones una sociedad libre e igualitaria.
En esta historia sobre la emancipación y la libertad en pleno frente de la guerra de Siria, la comandante Arian guía hacia Kobane a un batallón de mujeres con la misión de liberar a la población que vive bajo el yugo del Daésh (ISIS). Arian, quien siendo muy joven había presenciado el salvaje trato que recibían las víctimas de la violencia sexual, hace todo lo posible para que sus compañeras descubran el verdadero sentido de su lucha: la libertad para la próxima generación de mujeres. Tras convivir durante meses con la comandante y sus tropas, rodando una intimidad sin precedentes en la que se incluyen crudas secuencias de la lenta recuperación de Arian, Sotorra confecciona un fascinante retrato de una mujer embarcada en una misión.
"Parte de la guerra y el conflicto siempre ha sido el daño colateral. Muchos edificios han caído al estar en camino de los objetivos militares, pero, [...] en esta guerra, los edificios no se destruyen porque obstaculizan un objetivo. Los edificios son el objetivo". Cómo explica elocuentemente el narrador de The Destruction of Memory, la destrucción de la cultura de los edificios, libros, y con frecuencia, el arte, es una consecuencia accidental de la guerra. Como podemos ver por las acciones de ISIS en Irak y Siria hoy, la destrucción de bienes culturales es parte de una estrategia consciente para atacar y destruir la memoria colectiva, la historia y la identidad de un pueblo. "Una de las maneras de deshacerse de la historia es removiendo todas las huellas físicas de la historia", explica en la cinta Daniel Libeskind, arquitecto del Museo Judío de Berlín. "Hacer creer que nunca nada pasó ahí".
La guerra contra la cultura ha ido creciendo de forma constante en el último siglo. En los albores del siglo XX, las herramientas de guerra y su poder destructivo comenzaron a acelerar su ritmo de crecimiento. La capacidad para destruir un monumento, un edificio o una ciudad aumentó, haciéndolo más fácil. ¿Cómo podemos detener su paso y salvar la historia que configura nuestra identidad? Los ataques intencionados contra bienes culturales de los países en guerra son constantes. En Siria e Irak, la cuna de la civilización, milenios de cultura han sido destruidos por grupos terroristas como el tristemente célebre DAESH o ISIS. Ciudades como Homs, Palmira o Alepo han sido reducidas a paisajes apocalípticos.
En Portada entra en el psiquiátrico de Alepo, en el que viven los enfermos de la guerra. Bassam Haik, el director del centro, retrata el infierno del conflicto sirio a través de sus pacientes. Más allá de la destrucción física de las ciudades, más allá de los cientos de miles de refugiados y desplazados, las guerras dejan también un daño irreparable en muchos supervivientes. Hoy, más de un millón de sirios sufre algún tipo de enfermedad mental. Según la ONU, la reconstrucción de Siria podría rondar los 400 mil millones de dólares. Pero es imposible saber cuánto costará sanar los daños mentales que deja el conflicto.
El psiquiatra de Alepo
23.10.2019 RTVE
Sonrisas perdidas, frases inconexas, recuerdos de batallas y verdades como puños. Todo eso contiene ‘El psiquiatra de Alepo’, un reportaje de ‘En Portada’ rodado en la ciudad mártir de la guerra de Siria.
“La guerra afecta a cualquier ser humano. Pero para los pacientes de enfermedades mentales, es algo diferente, porque esas personas no tienen quien les cuide. Y la guerra destruye todo su mundo, por dentro y por fuera”. Bassam Haik sabe bien de lo que habla. Es el psiquiatra de Alepo, el director del Hospital Ibn Kahldoun, en una ciudad devastada por la guerra.
Como psiquiatra ha visto lo peor de la condición humana en las paredes del hospital. Hombres, mujeres, adolescentes… distintas generaciones de sirios con las mentes quebradas por la guerra. Pacientes a los que el conflicto les quitó todo: su hogar y su familia. Enfermos que enfrentan, en soledad, el duro viaje de la razón al delirio.
Más allá de la destrucción física de las ciudades, más allá de los cientos de miles de refugiados y desplazados, las guerras dejan también un daño irreparable en muchos supervivientes. Hoy, más de un millón de sirios sufre algún tipo de enfermedad mental. Según la ONU, la reconstrucción de Siria podría rondar los 400 mil millones de dólares. Pero es imposible saber cuánto costará sanar los daños mentales que deja el conflicto.
Un reportaje de Luis Pérez; con realización de Ángel Barroso; Imagen y sonido de Marcelo Illán e Ignacio Villanueva; y montaje de Luis María Elgorriaga.
Este reportaje de ARTE dirigido en 2018 por Suzanne Allant es un retrato de la resistencia civil siria en las zonas de la provincia de Idlib que aún no están bajo el dominio de las tropas del régimen y sus aliados. El reportaje sigue al reportero y fotógrafo Zein Al-Rifai, natural de uno de los barrios del este de Aleppo que se rebelaron contra el tirano Al Asad y acabaron destruidos en las distintas batallas que en esa ciudad siria se llevaron a cabo desde 2012 a 2016. De la mano de Zein conocemos a 'rebeldes sin armas', como el paramédico Mohammad Alaa, que conduce una ambulancia y busca personas enterradas en los escombros dejados por los bombardeos pero que también ha creado varios refugios para gatos heridos o abandonados, como Il Gattaro di Aleppo. También a Aïda, que se ocupa desde hace tres años voluntariamente de un orfanato con más de una centena de niños o Aziz, que pinta frescos y mensajes en las ruinas. Personas que aún hacen que aún se conserve algo de esperanza entre la destrucción. Pero, ¿qué será de todos ellos cuando Asad y Putin también devoren Idlib ante el silencio del mundo?
Omar: "He visto lo que mucha gente ni se imagina, aviones, misiles, metralletas, tanques, he tenido mucho miedo."
Rojda: "Estaba en la escuela cuando bombardearon el edificio. Mi madre vino y nos escondimos lejos del Ejército sirio." Hasan: "Mi mano está un poco torcida por la metralla en el cuello. Ahora suelo usar la mano izquierda para llevar el bidón de agua" Omar: "Comenzamos a acostumbrarnos a la guerra, dormíamos, incluso, cuando los helicópteros bombardeaban nuestros refugios." "En mis sueños voy a mi antiguo pueblo y veo los fantasmas de mis amigos. Los veo y veo gente que recibió disparos y todavía está viva y alguna con la cabeza cortada. Me despierto y no me puedo volver a dormir."
Infancia en guerra - Siria
Esta entrada que hoy publicamos dentro de nuestra serie sobre la infancia comenzó a gestarse dentro de un post sobre la Gran Guerra Siria que estamos preparando desde hace tiempo, pero según íbamos acumulando información, reportajes, imágenes o testimonios decidimos crear una publicación específica en nuestra etiqueta sobre las infancias para recoger cómo la guerra está impactando sobre los niños sirios. Y saberlo a través de sus propias palabras. Niños sometidos a un aprendizaje acelerado sobre lo peor del ser humano, preadolescentes que en breve tiempo han aprendido a diferenciar los distintos proyectiles y armas que les atacan o en qué zona caerá un obús solo con escuchar su disparo.
Estos niños han nacido en el peor escenario, expuestos a una de las peores situaciones a las que puede verse sometido un ser humano: la guerra. Cuando estalló el conflicto, hace ya seis años, algunos de estos niños sirios aún no habían nacido mientras que otros tenían apenas uno o dos años, por lo que en su más tierna infancia tuvieron que dejar su casa, sus juguetes, su colegio, sus familias, sus amigos... Desde sus primeros días de vida les obligaron a perder su infancia. En la guerra siria, entre bombas, disparos y explosiones mueren en silencio para el resto del mundo. Al menos 652 niños perdieron la vida en 2016 en sus hogares, en escuelas, hospitales, parques o en la calle, víctimas tanto de las fuerzas gubernamentales como de las milicias opositoras.
Según un informe de Unicef, más de 8 millones de niños necesitan ayuda humanitaria urgente, 5,8 millones siguen en Siria bajo el fuego de las bombas (12 veces más niños que en 2012) y 2,3 millones viven como refugiados en los países vecinos: Líbano, Jordania, Iraq, Turquía y Egipto. Los más vulnerables son los 2,8 millones que están en zonas de difícil acceso, incluyendo a 280.000 en 13 áreas que siguen sitiadas; su acceso a la ayuda es prácticamente nulo.
Hoy sus miradas reflejan el sentimiento de crecer en una guerra, sin patria ni hogar. Con las consecuencias de actos inhumanos que los convierten en las principales víctimas de esta situación. Porque tras cada mirada se esconde un niño con una historia con la que deberá cargar toda su vida. Están aquellos que se han quedado completamente solos o a cargo de sus hermanos a pesar de su corta edad, también aquellos quienes han perdido a su padre por lo que corren el riesgo de convertirse en apátridas ya que las madres sirias no pueden dar su nacionalidad a los hijos de su sangre, nacidos en el exilio. Desamparo y desolación, que ellos interiorizan como pueden.
Infancia robada
Seis años después del estallido del conflicto, muchos viven en campos de refugiados en Jordania, Líbano o Turquía que no dan abasto, donde las condiciones están lejosde ser las adecuadas para quienes llegan allí huyendo de la guerra. Otros muchos siguen viviendo en zonas de guerra en un país en constante conflicto, intentando escapar de ciudades destruidas en las que un día su vida se pareció a la de cualquier otro niño.
Estos niños estarán marcados para el resto de su vida con consecuencias terribles para su salud, su bienestar y su futuro . La magnitud del sufrimiento no tiene precedentes. Miles de niños sirios sufren ataques a diario, sus vidas han dado un vuelco, son víctima de las armas, pero también del hambre, la desnutrición y las enfermedades. Según recoge Save the Children en su informe 'Childhood under siege', en un estudio realizado por la Sociedad Médica Sirio-Americana, de 560 muertes en zonas sitiadas, un 46,6% eran menores de 14 años. Muchas de las muertes se deben a causas evitables como la ingesta accidental de veneno mientras buscan comida, la falta de cuidados médicos de emergencia, la escasez de medicamentos básicos, complicaciones durante el parto y en áreas bajo asedio continuo, malnutrición crónica y deshidratación.
Niños soldados
Como si todas estas atrocidades a las que se ven expuestos como sujetos pasivos de esta guerra fuesen pocas, está también muy documentado el uso de niños como combatientes. Según el citado informe de Save the Children, un total de 362 casos de reclutamiento de menores habían sido verificados en abril del año 2016. Una triste y cruel realidad que podemos ver reflejada en vídeos distribuidos por los propios grupos en los que busca captar a más niños y jóvenes enseñándole la experiencia de otros en su misma condición. Además, a la mayoría se les convenció para el combate por un sueldo de aproximadamente 360 euros mensuales, cantidad suficiente para disuadir a las familias a alistar a sus hijos e hijas, en situaciones de extrema pobreza. En otros casos los menores se alistan voluntariamente en grupos insurgentes para combatir con sus propias manos y poder así vengar las muertes de sus familiares o amigos.
Daesh y sus niños armados
El caso más preocupante en el uso de niños combatientes es el de Daesh, tanto por el número de niños secuestrados como por el desvarío de su ideología, que cuenta con la existencia de centros de entrenamiento en zonas rurales de Alepo, Raqqa y Dayr al Zawr donde entrenan militarmente al menos a 124 menores de entre 10 y 15 años. Además, se han verificado 18 casos de niños de hasta siete años de edad combatiendo. Niños en primera línea de combate, niños espías, niños francotiradores, niños enfermeros y niños dedicados a tareas logísticas o transporte de municiones.
Pero hay más, los niños son también reclutados para el terrorismo suicida. Tras su adoctrinamiento, por su fácil manipulación y sin que hayan llegado a elaborar una idea certera sobre la muerte, estos chicos y chicas se ven abocados al final precipitado de sus cortas vidas. Estos entrenamientos para la guerra se ven favorecidos por su alta tolerancia a la violencia ambiental y cotidiana, el odio y la falta de expectativas adecuadas a sus necesidades.
La situación de las niñas es de extrema gravedad ya que la violencia sexual contra las menores en las zonas controladas por Daesh es cada vez mayor. Las niñas son muy vulnerables, sufriendo matrimonios forzados con los combatientes; aquellas de otras minorías étnicas y religiosas como las yazidíes, siguen siendo secuestradas y vendidas para ser utilizadas como esclavas sexuales. Una niñez sin educación
Siria poseía un sólido sistema educativo antes de la guerra con una escolarización de casi el 100 % de los niños en edad escolar primaria y del 70 % de los niños en edad escolar secundaria. De acuerdo con el censo del año 2004, la tasa de alfabetización en Siria era del 79,6 %: el 86 % de los hombres y el 73,6 % de las mujeres estaban alfabetizados. En 2002, se declaró la educación obligatoria y gratuita desde el primero hasta el noveno grado. En 2016, UNICEF informó que 2,1 millones de niños en Siria y 700.000 niños sirios refugiados no tienen acceso a la educación. En 2016 había un total de 80.000 niños refugiados en Jordania que no iban al colegio (HRW). La destrucción deliberada de centros educativos es una característica que ha marcado el conflicto armado desde el principio. Las escuelas pueden ser vistas como personificaciones de la autoridad estatal; en consecuencia, los actores no estatales las ven como objetivos militares legítimos y a su vez, el propio régimen sirio y a sus aliados rusos han realizado docenas de ataques sobre escuelas situadas en zonas controladas por grupos opositores. Siria se ha visto muy afectada por ataques relacionados con la educación o la sanidad, que incluyen ataques a estudiantes, maestros y hospitales, asesinatos selectivos y secuestros. Desde el inicio del conflicto más de la cuarta parte de las escuelas sirias han sido dañadas, destruidas o utilizadas como refugios por personas desplazadas internamente (PDI) pero también como lugares de detención arbitraria y tortura. Sin un final del conflicto a la vista, se teme que la crisis dé lugar a una 'generación perdida' de niños, que no podrán cubrir sus necesidades básicas ni acceder a la educación. Las escuelas no constituyen ya el espacio para crecer, aprender o jugar, sino que se han convertido en lugares vulnerados por el adoctrinamiento, el sufrimiento y la muerte.
¿Una generación perdida?
La violencia, el desplazamiento, la muerte de seres queridos, la visión de acciones terroríficas, la desnutrición e incluso los abusos y la tortura, pasan y pasarán factura a los menores sirios, perjudicándoles seriamente de cara al futuro. Las consecuencias en adolescentes son más graves, con trastornos agresivos y uso de drogas como vía de escape. La situación de las niñas es más difícil de valorar, pues tienden a permanecer en casa. En cualquier caso, las secuelas pueden ser muy duraderas y perjudicar el futuro desarrollo personal y profesional de varias generaciones. Como señala Jan Egeland, Secretario General del Norwegian Refugee Council, "las consecuencias del colosal abuso de los derechos de los niños y niñas en Siria podría sobrevivir a la propia guerra durante décadas. ¿Cómo podemos esperar que crezcan respetando y defendiendo el derecho internacional cuándo éste les ha fallado en el momento que más lo necesitaban?"
Más de seis años han pasado ya desde el inicio de la guerra siria, en una zona en constante conflicto en la que su población resiste con una capacidad asombrosa, pero donde las vulnerabilidades siguen siendo muy altas, sobre todo para la infancia. Pero a pesar de todo los niños sirios corren, ríen, juegan.. viven como lo que son, niños, aunque la guerra les esté arrebatando su infancia y eso nadie pueda devolvérselo.
Los niños de Alepo han reconquistado a golpe de carcajada las calles reivindicando su espacio de juego. Los menos afortunados, se han convertido en niños trabajadores. Salen de cumplir cinco años de condena entre los muros del hogar, sentenciados por el miedo de sus padres a que un obús, una bomba o una bala les quite la vida. Como el resto de los niños del mundo, se dedican a jugar a ser adultos imitando a los que les rodean. A diferencia del resto de niños del mundo, están ansiosos por pisar un aula. Los que rondan los 10 años tenían cinco cuando estalló la guerra. Como Mohamed que se dedica a vender algodones de azúcar por 20 céntimos de euro a aquellos curiosos que se han acercado a ver la fortaleza de Alepo. Las risas de Mohamed y sus algodones de colores no pegan en absoluto con los edificios derruidos a sus espaldas. Pero este nuevo ejército de pequeños trabajadores de metro y medio ya es parte del paisaje.
A cuatro pasos de allí, Munir, también de 10 años, juega con un amigo. En la mano derecha sujeta un palo con el que remueve la tierra. En la izquierda, una paloma muerta. Juega a los enterradores. Ha bajado al parque de debajo de su casa, que, a falta de tierra donde enterar a los muertos, se ha convertido en un improvisado cementerio. “La paloma se murió, así que vamos a enterrarla”. Munir pone todo el empeño en cavar un agujero entre dos tumbas. Algo que no parece chocar a los transeúntes. Y algo que seguramente ha visto hacer tantas veces a los mayores desde su balcón.
Un poco más lejos juega también Fátima, misma generación y desplazada del barrio al Sukkari. Las gruesas lonas con el sello de la ONU son multiuso en Siria. Sirven como funda para proteger los coches, se cuelgan entre edificios para proteger a los viandantes de la vista de los francotiradores, de techo para los tenderetes de tabaco, cortinas para las casas cuyas ventanas han sido reventadas y muchas otras utilidades. Entre ellas para hacer trajes de muñecas.
Un grupo de niños del mismo tamaño que Mohamed, Munir y Fátima, juega también en uno de los barrios más castigados por los últimos combates. Lo hacen a armados y soldados, versión actualizada de cacos y policías. Al menos ya no recogen casquillos calientes de proyectiles para su colección ni se pelean por si la deflagración que sonó era de tal o tal calibre. “Son el futuro” dicen orgullosos los abuelos. Y pesar de los traumas de guerra, los más pequeños vuelven a sonreír en las calles.
Aprovechamos que el Oscar al Mejor Corto Documental ha premiado el documental 'The White Helmets' para publicar este film del realizador británico Orlando von Einsiedel (de quien ya publicamos otro excelente documental, 'Virunga') y Joanna Natasegara que muestra la heroica labor de este grupo de civiles voluntarios en el rescate de decenas de miles de sus compatriotas de los escombros producidos, en su inmensa mayoría, por los bombardeos del régimen de Basar al-Asad o la fuerza aérea rusa, uno de los grandes crímenes contra la Humanidad de nuestro tiempo.
“Salvar una vida es salvar a toda la humanidad”. Ese es el lema de los Cascos Blancos, un grupo de salvamento en Siria compuesto por civiles. La guerra que arrasa el país es una realidad para los sirios que no han podido huir y toda ayuda que puedan recibir es más que bienvenida. El documental está ambientado en Aleppo, Siria y Turquía a principios del año 2016 y sigue a tres voluntarios pertenecientes a Cascos blancos que son los primeros en llegar tras un bombardeo. Los tres hombres arriesgan hasta su propia vida para salvar a los ciudadanos que están perdidos, heridos o enterrados entre los escombros de la ciudad.
Corto de animación que representa la guerra sectaria que las dos principales potencias regionales de Oriente Medio, la persa y chíi Irán y la árabe y sunní Arabia Saudí, están librando de forma delegada (proxy wars, a través de milicias afines) en Siria, Iraq y Yemen, hasta que sea, finalmente, la religión del beneficio mutuo la que gane.
Ya el año pasado tratábamos del funesto advenimiento en crecientes áreas de Irak y Siria del grupo terrorista DAESH y del fundamentalismo yihadista que impone en las áreas y ciudades donde toma el control, en aquel caso la ciudad siria de Raqqa, en un reportaje de VICE. Aquel reportaje es bastante interesante, venía bien para conocer mejor a esta gente que queramos o no ya forma parte del mundo y los tiempos que vivimos, para saber cómo piensan, cómo configuran sus creencias y sus demencias. Pero también este video propagandístico es ilustrativo. Y estremecedor. "Come my friend".
Con la creación de su autoproclamado califato el DAESH o Estado Islámico liderado por Abu Bakr al-Baghdadi ha materializado uno de los proyectos que hasta entonces solo estaba en la nebulosa de los discursos de los grupos yihadistas radicales sunníes. Con ello han conseguido también que muchos radicales abandonasen otros grupos y se sumaran a sus filas. La verdad es que el terror nihilista de esta organización criminal y lo despiadado de sus métodos han tenido un impacto brutal en los países en los que actúan, su modus operandi es una guerra de desgaste, sucia, cruel y sanguinaria. Recordemos que ISIS dispone de aproximadamente 40.000 combatientes disciplinados y cohesionados por una potente organización militar, además de tener potentes medios financieros y propagandísticos. Aunque los expertos en seguridad y política internacional apuntan a los secuestros, el contrabando de petróleo y los impuestos a poblaciones como sus fuentes de financiación, sigue habiendo incógnitas para explicar el gran presupuesto del que disponen. Sabemos que con esta gente no hay negociación posible, para ellos todos los que vivamos en contra de sus delirantes dogmas no somos más que unos de sus muchos enemigos a los que les encantaría poder aniquilar, sólo que a nosotros no nos tienen tan a mano como a las desdichadas personas que viven en las zonas que dominan en Siria, Irak y ahora también Libia, e incluso en la Franja de Gaza, donde ya han tenido sus primeros choques con Hamás. No sólo matan a las personas que no acatan sus dictados dementes y destruyen el presente de los territorios que ocupan, sino que también aniquilan su pasado y su futuro. ¿Y nos extrañamos de que la gente normal de los países quiera escapar de ese infierno? Para actualizar nuestro conocimiento de estos tarados publicamos el interesante documental 'ISIS, el nacimiento de un estado terrorista' del francés Jérôme Fritel (D.A.E.C.H., naissance d'un état terroriste, 2015) que recoge su génesis en el caos que siguió a la invasión norteamericana de Irak en 2003, cómo cobró fuerza en Siria donde el radicalismo se fue apoderando rápidamente de la revolución, terminando por implantarse a sangre, sharia y fuego en el corazón de Oriente Medio, con metástasis en el Norte de África y zonas del África subsahariana con otras franquicias del terror como Boko Haram en Nigeria y Al Shabab en Somalia. Muy recomendable también el libro de Javier Martín "Estado Islámico: Geopolítica del caos". Puto DAESH.
Documentos TV. "ISIS, el nacimiento de un estado terrorista"
RTVE.es / DOCUMENTOS TV 30.04.2015
Al amparo de la bandera negra y al grito de “El Estado Islámico permanecerá”, el ISIS, o DAESH por sus siglas en árabe, ha desbancado a Al Qaeda y a Bin Laden y se ha convertido en la nueva amenaza terrorista para Occidente. Con esta reflexión comienza 'ISIS, el nacimiento de un estado terrorista', un interesante y actual documental de investigación que explica cómo nació y cómo se financia el Estado Islámico de Irak y el Levante. Los yihadistas cuentan con el 10% de la producción petrolífera iraquí y el 60% de la siria El terrorismo yihadista en una nueva dimensión La historia del terrorismo yihadista ha cobrado nuevas proporciones. El Daesh atrae a miles de voluntarios de todo el mundo dispuestos a librar la guerra santa a golpe de terror para restablecer el Califato. La guerra declarada por el ISIS ha causado decenas de miles de muertes y ha provocado dramáticos desplazamientos de poblaciones. Hoy controla ya un territorio equivalente a la mitad de la superficie de Francia, situado entre Siria e Irak, donde habitan diez millones de personas bajo la más estricta ley de la sharía.
Mohammed, opositor sirio. Como otros opositores, es objetivo del ISIS. Sus ejecuciones y crucifixiones están destinadas a marcar psicológicamente a la población
“Esto va más allá de todo lo que conocíamos. El grado de sofisticación, la tecnología, el dinero, los recursos, todo es diferente”, asegura un experto en el documental. Lo que resulta más preocupante es que el ISIS dispone de 40.000 combatientes, una potente organización militar y una poderosa financiación construida sobre los escombros de Siria e Irak; medios suficientes para aguantar en esta guerra larga y cruel. Los yihadistas cuentan con el 10% de la producción petrolífera iraquí y el 60% de la siria. Su volumen de negocio se estima entre los 500.000 y el millón de euros diarios, sólo con el petróleo.
Objetivo: dominar el mundo a golpe de terror
El ISIS consigue sus objetivos a golpe de terror. Las ejecuciones y crucifixiones masivas de opositores se suceden y están destinadas a marcar psicológicamente a las poblaciones. Su líder, Abu Bakr al Baghdadi, ha prometido la venganza a los suníes humillados y fuego a los aborrecidos chiíes. Todo es lícito para conseguir el nuevo estado de derecho divino, creado para dominar al mundo.
"Llevo casi tres años recorriendo las zonas más peligrosas del planeta. He invertido todos mis ahorros, he pedido un crédito… ¿Qué más tengo que hacer para poder trabajar? Cada vez que me lo planteo se esboza una sonrisa en mi rostro y niego con la cabeza. Si sigo es porque amo esta profesión con todas mis fuerzas; porque me encanta que mis crónicas acerquen la realidad de un mundo que también existe a otras personas. Pero… nada más. No tengo recompensa más que la mía propia. ¿Hasta cuándo? Es una pregunta que desconozco, pero no creo que pueda aguantar mucho más. Tengo 28 años, vivo con mis padres, no tengo absolutamente nada… ¿Hasta cuándo? No lo sé pero no creo que aguante mucho más. Porque me he dado cuenta que los méritos propios no sirven de nada, que los currículos no los lee nadie. Es una triste realidad que empaña una de las profesiones más bonitas del mundo."
"Periodista español que desde hace enero de 2008 se dedica a recorrer un mundo en guerra... Desde esta tribuna quiero enseñaros ese 'otro' mundo que también existe y donde la línea que separa la vida y la muerte se rige a golpe de kalashnikov... Dónde millones de personas no tienen voz. Este blog quiere convertirse en su voz y en vuestros ojos para desvelar verdades que permanecen aletargadas... Acompáñeme a ese Mundo en Guerra que apenas tiene cabida en los medios de Comunicación; porque sino lo contamos no existe... y sino no existe ganan los Señores de las Sombras. Desde aquí queremos dar cabida a todos esos conflictos olvidados y rescatar del olvido a todos los que sufren en él dándoles voz para que sean ellos, y sólo ellos, los cuenten su historia."
Así se autodefine en su blog 'Un mundo en guerra' Antonio Pampliega (Madrid, 1982), el protagonista del corto documental 'Pagando para ir a la guerra' que hoy publicamos y, lamentablemente, uno de los tres periodistas españoles (junto a Ángel Sastre y José Manuel López) desaparecidos en la ciudad siria de Alepo a principios de julio de este año. El documental, dirigido por Daniel Suberviola, muestra imágenes de la guerra en Alepo en octubre de 2012. Siria es, sin lugar a dudas, el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo; como así lo recoge Reporteros Sin Fronteras en sus diferentes informes. Un total de 40 periodistas han sido asesinados desde que comenzara la revolución en marzo del 2011 y otros 80 han sido secuestrados -de los cuales 20 aún permanecen desaparecidos-. El objetivo, desde los primeros compases del levantamiento popular, ha sido silenciar a la prensa para que no informase de lo que sucede en el país árabe. Como él mismo dice:
"He trabajado cubriendo la guerra de Siria los últimos tres años. He entrado en diez ocasiones y he permanecido en diferentes partes del país más de año y medio. ¿Qué ha cambiado en todo este tiempo? La respuesta es sencilla:poco o nada. La caza del periodista se ha convertido en un deporte entre los grupos afines a Al Qaeda, el Estado Islámico o los leales al régimen. Siria ha puesto de manifiesto, una vez más, que los informadores ya no somos necesarios. Con la llegada de Internet y de las redes sociales y con la creación de nuevos canales, la voz de los periodistas occidentales ha quedado desautorizada y ya no es necesaria, por lo tanto nos convertimos en prescindibles y en elementos molestos y a eliminar." Porque en 'Pagando para ir a la guerra' (Daniel Suberviola, 2012), Pampliega también denuncia la crisis del periodismo de guerra y la impresentable actitud de algunos grandes medios de comunicación de nuestro país, especialmente hacia los profesionales free-lance, que son quienes realmente se la juegan, sin cobertura de ningún media, en las zonas de guerra. Tras llevar trabajando cuatro años en zonas de conflicto como Afganistán, el Haití post-terremoto, Irak, Líbano (y, más recientemente, en Siria...) expresa sin embargo su frustración porque a pesar de su trabajo en los medios nacionales "nadie se ha dignado a darme una oportunidad para demostrar si valgo o no valgo". La financiación de todos estos viajes la tuvo que hacer por su cuenta y en ninguno de los casos pudo siquiera recuperar la inversión vendiendo su trabajo a los media españoles. Esto fue lo que le hizo empezar a vender su trabajo, como tantos otros españoles, a medios internacionales. Y en esas estaba cuando su destino y el de sus dos compañeros se torció en Alepo.
El Juez Roy Bean ruega porque las cosas se estén haciendo bien a nivel diplomático y los tres puedan regresar sanos y prontamente a España. Si quieren comprar su libro colectivo "Siria, más allá de Bab-Al-Salam" cuesta sólo 6 euros y puede ser una ayuda para que este comprometido y valiente reportero pueda reemprender su trabajo de denuncia de la guerra y sus terribles consecuencias una vez eso ocurra. Porque como él mismo reconoce "mientras me quede aire volveré a narrar el horror de la guerra". Tras este documental les ofrecemos una entrevista de 2012 en la que Pampliega es entrevistado por el mítico periodistaEnrique Meneses (a quien tras su muerte homenajeamos en este post) y charlan sobre los sinsabores de su profesión. Fuerza Pampliega y compañeros.