InfoLibre 01.05.2020 Las civilizaciones se doblegan ante mí. Puedo arrasar imperios. Puedo detener la historia. Puedo sembrar el olvido. Viajo con el viento –como el polen o como tu voz– y nadie me manda. Al igual que los dioses, soy ubicuo. No me importa el tiempo, pero me muevo deprisa. Te aguardo en los pomos de las puertas, en los muebles que usas, en los libros que lees, en la ropa que llevas puesta, en el vaso del que bebes. No puedes verme. No puedes olerme. No puedes oírme. No esperes clemencia de mí. No pretendo nada, sólo ocurro. No pienso en nada, sólo existo. No odio a nadie, sólo destruyo. Ni las estrellas del cielo ni los granos de arena me aventajan en número. Soy uno. Somos muchos. Somos nadie.
Cuando Miguel Delibes conoció al amor de su vida, Ángeles de Castro, empezó a firmar sus primeras obras con el acrónimo MAX. En realidad, era una simple y romántica ecuación donde M era Miguel, A era Ángeles y X era la incógnita que el futuro podía deparar a la joven pareja. Décadas después la incógnita estaba totalmente despejada. Una exitosa y prolífica carrera literaria y una estirpe de 7 hijos, hasta que en 1974 la enfermedad se llevó a Ángeles y desequilibró para siempre la ecuación.
La "Señora de rojo sobre fondo gris" es una de las novelas más personales y descarnadas de Miguel Delibes donde, en un ejercicio de sinceridad, expuso toda la tristeza y vacío que le sumió la muerte de su esposa. La figura de Ángeles de Castro es el hilo conductor del documental que cuenta con el privilegio añadido de la participación del actor José Sacristán, amigo personal del escritor, y que pone en escena en estos momentos la adaptación teatral de la obra.
¿Cómo pudo un niño de un pueblo perdido de Colombia ganar el corazón de millones de personas, desde las más pobres hasta las más poderosas? ¿Cómo hizo para que sus obras cambiaran nuestra percepción de la realidad? La respuesta es la increíble historia de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982, autor de la aclamada y mundialmente conocida obra maestra "Cien años de soledad", que se crió en la pobreza y la violencia en el norte de Colombia y que, impulsado por el amor a la vida y una sensibilidad mágica y sensual, siguió un camino que lo llevó no sólo hacia una literatura pionera que afirma la vida, sino a la vanguardia de las luchas políticas de las décadas de 1970 y 80 a través de su periodismo militante y de su amistad con líderes políticos como Fidel Castro y Bill Clinton.
Un filme sobre el increíble poder de la imaginación, que sigue los hilos entretejidos de la vida y la obra de Gabriel García Márquez -'Gabo' para toda América Latina- con la tensión narrativa de una investigación.
El alegórico poema de Charles Bukowski escrito en 1992 'The man with the beautiful eyes' es interpretado en clave animada por el realizador Jonathan Hodgson en 2000. Cuatro niños amigos se ven atraídos hacia una casa cerrada con unos peces dorados en un estanque que sus padres les han pedido evitar. Un día ven aparecer, vociferante, un extraño hombre de hermosos ojos, puro en boca y botella de whisky en mano que daría un vuelco su percepción del mundo.
El documental es un retrato del escritor Antonio Muñoz Molina (Jaén, 1956), una de las grandes figuras de la literatura contemporánea en habla hispana. Aborda la trayectoria vital y literaria del autor de El invierno en Lisboa y El jinete polaco, ganador de premios tan prestigiosos como el Príncipe de Asturias de las Letras, el Nacional de Narrativa y el Premio Planeta y miembro de la Real Academia Española.
El prestigioso escritor reside desde hace muchos años entre Madrid y Nueva York. En España está su familia, su tierra, el lugar donde creció y que nunca abandonó; en Nueva York las ilusiones, el anonimato de sus calles y la vida pública sosegada. Allí ha trabajado en la Universidad de Nueva York como profesor de literatura y como director del Cervantes durante dos años . Es uno de los embajadores de nuestro idioma y nuestra literatura.
Rodado entre Madrid, Nueva York y Úbeda, el documental recoge tres extensas conversaciones entre Antonio Muñoz Molina y su esposa, la reputada escritora y articulista Elvira Lindo, su amigo y filólogo Pablo Valdivia, y su hijo y abogado de la propiedad intelectual, Antonio Muñoz Vico. El escritor repasa su infancia en Úbeda, su paso universitario por Madrid, sus veinte años en Granada, y su itinerante vida actual a medio camino entre la capital española y Nueva York. Cincuenta y seis minutos en los que Muñoz Molina nos explica los motores que impulsan sus proyectos, el proceso creativo y su predisposición a seguir investigando en géneros tan variados como la novela, la poesía y el ensayo. Por último, y no por ello menos importante, el documental realiza una aproximación al pensamiento político y social de un escritor comprometido y contestatario, siempre dispuesto a alzar la voz ante las múltiples injusticias que asolan nuestro día a día. Esta aproximación al universo personal y literario de un escritor indómito, fascinante y plagado de interesantes recovecos, ha sido el último trabajo del director Álvaro Giménez Sarmiento, después de los premiados 'Elena Asins - Génesis' (2014), 'Pulse' (2013), 'Luminaria' (2005) y 'Pernocta' (2004).
"Simplemente no soy de este mundo. Yo habito con frenesí la Luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un “saber volver”. No lo querré acaso." Alejandra Pizarnik Documental dirigido y producido por Ernesto Ardito y Virna Molina en 2013 que narra la trayectoria vital y emocional de la gran poeta argentina Alejandra Pizarnik, desde su infancia a su suicidio en 1972. Imprescindible Pizarnik.
Con un lenguaje intimista y sensorial, el film narra la vida de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, desde los principales conflictos que fueron dejando una profunda marca en su obra y bajo el contexto de ruptura vanguardista de los años 60’ y 70’. La puesta sumerge al espectador en el universo interno de Alejandra, para comprenderla desde su núcleo creativo y humano. Así, sus diarios personales, sus cartas, sus poemas, el relato de sus amigos y familiares; son la herramienta que arrojan pistas sobre el misterioso camino que la llevó a su autodestrucción. Hoy, luego de su muerte y tras ser censurada por la dictadura, fue redescubierta por las nuevas generaciones, quienes la convirtieron en un mito, siendo la poeta argentina más leída.
RTVE - Imprescindibles Juan Goytisolo, último escritor galardonado con el Premio Cervantes, es una de las grandes figuras de la literatura española. El documental traza el recorrido hacia el sur, primero en España y después en Marruecos, que ha marcado la biografía sentimental e intelectual del autor y las sucesivas rupturas y reconstrucciones que han convertido a Goytisolo en un "imprescindible" de la cultura española y universal.
En estos días que se celebran las efemérides del 70º aniversario del final de la segunda guerra mundial en Europa, hemos de recordar que tras la terrible guerra llegó la postguerra y ésta fue también una época muy conflictiva en los países en los que se había combatido (como refleja el magnífico libro 'Continente Salvaje', de Keith Lowe). Fue una época de represalias, delaciones y revanchismos en la que los ejércitos aliados (mayormente los soviéticos pero no sólo ellos) cometieron múltiples crímenes, violaciones y otros abusos de poder sobre la población civil en su ocupación del país que había comenzado la guerra más letal que había conocido la Humanidad. Y fue en su capital donde la periodista y fotógrafa Martha Hillers, de 33 años (una de las aproximadamente dos millones de mujeres alemanas que sufrieron esos abusos), decidió escribir 'Eine Frau in Berlin' (Una mujer en Berlin), la crónica de los días en los que las tropas rusas entraron en la ciudad y las mujeres alemanas tuvieron que luchar -y padecer- por su supervivencia. Probablemente esos apuntes íntimos que constituyeron su diario, escritos en un refugio antiaéreo a la luz de las velas, ayudaron a su autora a mantener un vestigio de cordura en un mundo de devastación y crisis de los valores morales. La autora describe la vida de las mujeres y ancianos que subsisten en su bloque de apartamentos ante la llegada de las tropas soviéticas, las violaciones a las que la mayoría de vecinas son sometidas y cómo en su desesperación ante las agresiones decide mantener relaciones con un oficial ruso a cambio de protección, aunque también esta protección también se tornará precaria. Publicado en 1959, el libro no fue bien recibido por el público de la época, probablemente porque el pueblo alemán no estuviera listo aún para revivir esa parte dolorosa de su historia. Después de haber sido acusada de dañar el honor de las mujeres alemanas y de propaganda anti- comunista, Marta Hillers rechazó cualquier posterior publicación de su diario y decidió permanecer en el anonimato. Fue sólo después de su muerte a los 90 años, junio de 2001, cuando pudo volver a ser publicado y encontrar el éxito que le corresponde por sus extraordinarios valores morales, históricos y literarios. Les ofrecemos también, en una nueva entrega de nuestro ciclo de cine europeo, la película homónima basada bastante fielmente en la novela y dirigida por el alemán Max Färberböck en el año 2008, para aproximarnos a aquella época azarosa y decisiva para el destino de Europa y a aquellas valientes mujeres que ayudaron a reconstruir un mundo en ruinas en el que simplemente decidieron resistir, decidieron seguir vivas.
Ciclo de cine europeo (34) Una mujer en Berlin', de Max Färberböck
Una mujer en Berlín, de Anónima
Texto: Letras Libras Luis Fernando Moreno Claros Enero 2006 Hasta hace apenas una década, en Alemania era un tabú cuestionar abiertamente la cruel y probablemente inútil destrucción de ciudades monumentales como Dresde o Colonia por la aviación aliada durante la Segunda Guerra Mundial. Oficialmente había que considerar semejantes acciones como males necesarios para liberar del nazismo a la propia Alemania y a Europa, y ello a despecho de los cientos de miles de víctimas civiles que perecieron en los bombardeos y de los cientos de miles que perdieron sus hogares; del mismo modo se justificarían también poco después las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki: fueron necesarias para terminar la guerra con Japón. Hoy se cuestiona si no cabría hablar más bien en ambos casos de "crímenes de guerra".
Pero junto al tabú de los bombardeos aliados y sus nefastas consecuencias para bienes y personas subsiste otro tabú un tanto más difícil de vencer: el espinoso tema de las violaciones masivas de mujeres y niñas alemanas por los soldados del Ejército Rojo durante la denominada "liberación" de Prusia Oriental y la toma de Berlín, en el invierno y la primavera de 1945. Libros como El incendio, del alemán Jörg Friedrich, o Berlín. La caída: 1945, del británico Anthony Beevor (ambos en Editorial Crítica), recientes éxitos de ventas en toda Europa después de su enorme impacto en Alemania, deben su calurosa acogida a que se han atrevido a tratar abiertamente y con mirada histórica tanto el bombardeo de las ciudades alemanas como las proezas sexuales del Ejército Rojo en territorio alemán conquistado, tema este último en el que Beevor hace un necesario hincapié.
En efecto, en la detallada narración de los avances del ejército de Stalin hacia Berlín, el autor de La caída no omite la referencia al miedo cerval de los civiles y, sobre todo, de la población femenina frente a la llegada de los rusos. Aparte de asesinar a cualquier varón que les opusiera la más mínima resistencia, la violación de toda mujer o niña que tenía la desgracia de toparse con ellos era operación obligada para esos guerreros sedientos de algo más que de sangre. Escaso fue el número de mujeres que escapó a las ansias amatorias de los miembros del Ejército Rojo, borrachos como cubas en la mayoría de los casos: los alemanes, en su retirada, les dejaban alcohol a discreción a fin de retardar el avance de un ejército de beodos. Pero las consecuencias del exceso etílico las pagaban las "perras fascistas".
Beevor no olvida aclarar que el Ejército Rojo tenía una deuda pendiente con la Wehrmacht alemana; los soldados de Hitler incendiaron, saquearon, violaron y asesinaron a conciencia cuando invadieron Rusia, en 1941. Así que el desafuero soviético fue excusado por muchas personas como un lógico acto de venganza. Los comisarios políticos estalinistas explotaron la sed de revancha de los soldados e impartieron consignas de odio que embravecieran a sus tropas: "Matad alemanes, odiad Alemania y todo lo alemán, matad cerdos fascistas", etcétera. Así que, inflamados de odio, los alemanes y las alemanas carecían de valor para ellos: los superhombres se tornaron infrahumanos.
La crueldad de los rusos con los civiles y, principalmente, aquellas violaciones en masa fueron la razón de que los alemanes prefirieran ser vencidos por los americanos o los ingleses antes que caer en manos de los soviéticos. El ejército americano o el inglés —salvo en casos aislados— jamás cayó en semejantes desmanes. Los rusos, en general más primitivos, incultos y abotargados por la ideología estalinista, excesivamente limitados en su visión del mundo, empobrecidos mayoritariamente por el comunismo, reprimidos sexualmente en un Estado que despreciaba el erotismo, se comportaban en la rica y civilizada Alemania como bestias desatadas; en cambio, los soldados de los ejércitos americano y británico, educados en Estados de arraigada tradición democrática, en los que la vida humana —al menos teóricamente— se valoraba por encima de cualquier otro bien, se comportaban con mayor fiabilidad en lo que se refiere al respeto físico del enemigo vencido. Esta es la idea que hoy prevalece entre los más prestigiosos historiadores; pero claro, no hay que olvidar que los americanos e ingleses mataban desde el aire con sus innumerables racimos de bombas incendiarias. De ahí que, como puede leerse en Una mujer en Berlín, el libro objeto de esta reseña, muchas alemanas hubieran acuñado un cáustico lema: "Mejor un ruso en la barriga que un americano en la cabeza"; esto es, mejor pasar por el trauma de la violación y vivir con semejante deshonra que perecer entre las ruinas de la propia casa con toda la familia.
Este extraordinario testimonio, rescatado en Alemania por Hans Magnus Enzesberger para su serie de obras curiosasDie andere Bibliothek (La otra biblioteca), es el diario de una sobreviviente, de una mujer alemana, soltera, de 33 años, culta e inteligente, cosmopolita y curiosa, a la que el destino pilló en la capital del Reich mientras trabajaba en una editorial. Desde el 20 de abril hasta el 22 de junio de 1945 anotó casi a diario sus peripecias y las de sus conocidos y vecinos durante los días que siguieron a la conquista de Berlín por los rusos. El relato es muy fluido, de enorme intensidad y tensión dramática. Los primeros días, escondidos en el sótano, y luego, ya habitando en sus pisos destrozados, sin luz eléctrica ni agua corriente, un pequeño grupo de berlineses (quedaban aún vivos alrededor de cuatro millones de civiles, escondidos o dispersos entre las ruinas), compuesto por un puñado de atemorizados varones y una decena de mujeres de diversas edades, tiene que soportar la presencia de los vencedores rusos, pesados moscardones que contemplan a toda mujer como botín de guerra.
Según este relato, los soldados soviéticos, ya saciados de sangre, después de intensos meses de desmanes y batallas, no se muestran especialmente agresivos con los cavernícolas civiles a su llegada a un Berlín despanzurrado, pero sí extraordinariamente lascivos en lo que respecta a las alemanas. Además del hambre y la muerte de sus allegados, las mujeres tienen que cargar también con la violación. El "aquí te pillo aquí te violo" —la expresión es de la autora— es algo a lo que se exponen casi en cuanto salen a la luz e incluso por las noches en los pisos de puertas débiles y mal atrancadas; de ahí que la mayor parte de ellas prefiera permanecer escondida en lúgubres nichos o elevadas buhardillas. Aunque hay otras formas de violación más sutiles y la brutalidad del principio va adoptando formas más llevaderas: al cabo de unos días los rusos toman "novias" y se "enamoran" de una mujer concreta a la que convierten en su amante obligada. Ésta gana el favor del enemigo y gracias a ello puede proteger a sus conocidos así como recibir alimentos. Si las elegidas no ceden, ponen en peligro a todos cuantos se refugian junto a ellas.
Finalmente, como la violación resulta ser una especie de plaga colectiva que sólo las afecta a ellas, las mujeres terminan por sobrellevar su desgracia con resignación. Ello las une y las solidariza entre sí y su unidad excluye a los derrotados varones alemanes, impotentes ante la vehemencia de los rusos. De manera que, en semejantes circunstancias, fue el "sexo débil" el que tuvo que transformarse en fuerte: "Una y otra vez voy notando en estos días cómo se transforma mi percepción de los hombres, la percepción que tenemos todas las mujeres en relación con los hombres. Nos dan pena, nos parecen tan pobres, tan débiles, el sexo debilucho".
La autora de Una mujer en Berlín tampoco escapa al destino femenino común. En cuanto llegan los rusos, varios soldados la someten en repetidas ocasiones a "eso" (así se refieren las mujeres a un asunto que al principio tratan con pudor y del que terminarán hablando abiertamente con todo el que pueda escucharlas). Como tiene algunas nociones de ruso —la despabilada joven había viajado también a Rusia por motivos de trabajo— también las aprovecha: así que con sus chapurreos hace de intermediaria entre los vecinos y los vencedores, evita alguno que otro abuso mortal y logra ganarse algo de respeto. También ella se busca un protector, uno que sea fuerte entre la horda y la defienda de las violaciones indiscriminadas. Así que, como tantas mujeres, terminará convertida en presa voluntaria y en botín exclusivo de algunos oficiales que la tratan con menos desprecio del habitual. "Cama por comida" y "cama por protección" fueron tratos comunes entre vencedores y vencidas. Y es que, a la larga, el hambre pesaría más que la humillación. Pero las mujeres terminan por hacer de la necesidad, virtud. Los antiguos principios, la moral, el pudor, todo lo han deshecho las bombas, unas situaciones extremas propiciadas por la muerte desquiciadora modifican y acuñan la nueva ética ocasional de las sobrevivientes.
Por lo demás, las mujeres sobreviven y olvidan; y, a su modo, algunas hasta se mofan y se aprovechan de los vencedores. La autora nos deja unas descripciones impagables de la necedad y la zafiedad de los rusos, simples bestias planas y aniñadas. De "hombría" carecen totalmente. Más bien parecen torpes chiquillos sueltos en una tienda de juguetes. Berlín entero es una cueva de Alí Babá que esconde tesoros sin cuento: mujeres, ropa, relojes... Estos últimos los lucen a pares o a docenas mientras se pavonean enseñándolos a todo el mundo e incluso se los roban entre sí. Poco a poco, después de que los oficiales o los soldados de mayor rango hayan dejado muy claros cuáles son sus respectivos "cotos de cama" —otra acertada expresión de la autora—, la protagonista comienza una vida algo más segura. Los días pasan y sus oficiales la mantienen, asegurando también la supervivencia de sus vecinos. Finalmente, después de casi un mes de incertidumbres y penalidades, la situación en el Berlín conquistado se hace menos peligrosa. Un atisbo de normalidad asoma entre las ruinas. Se llama a los cavernícolas a la limpieza de escombros, y las mujeres y chicas jóvenes pueden volver a salir a las calles con relativa seguridad. Hasta se establecen controles sanitarios para revisar y asesorar a las violadas. Y muchas de ellas hacen chistes respecto de las situaciones más traumáticas. Un acre humor negro alivia las consecuencias de la desgracia y da paso, en definitiva, a la excitación de los sobrevivientes, fruto de la vida que continúa y que, de manera consciente o inconsciente, pugnará por sepultar en lo más hondo de la memoria las negras nubes del pasado.
Precisamente este tipo de humor e ironía consiguen que unos hechos tan incómodos, una historia desagradable y tan triste como ésta atrape al lector y termine seduciéndolo: como siempre, será la fortaleza humana la que venza a la necedad, la valentía del individuo aislado la que quede por encima del colectivismo abstruso.
Una mujer en Berlín no agradó en Alemania cuando se publicó por primera vez en 1957 (poco antes, en 1954, había aparecido en versión inglesa, y, enseguida, el libro fue traducido a varios idiomas más, entre ellos el español). Los hombres alemanes se sintieron incómodos, y también muchas mujeres. El relato aireaba aquello que era mejor mantener oculto, por pudor y vergüenza. Los varones habían hecho la guerra —su guerra— y todo el mundo había salido perdiendo, las mujeres de aquella manera. La credibilidad y el culto a la jactanciosa "virilidad" de los machos alemanes quedaban seriamente dañadas. Pero no sólo eso, al entender de muchos lectores, es la "virilidad" de todos los varones en general la que después del relato no levanta cabeza. Frente a los hombres, inconscientes y guerreros, se alza más poderoso el pragmatismo y hasta el sentido común de las mujeres: éstas demostraron poseer más capacidad de resistencia, ser quizás más "aptas para la vida" en circunstancias no convencionales. "Anónima" afirma en determinado momento: "Tengo la sensación de que estoy bien pertrechada para la vida". Esa sensación podían tenerla también la mayoría de las mujeres que supieron sobrevivir a aquella tragedia. Pero la opinión pública, hipócrita casi siempre, no se lo perdonaba a la autora, e incluso se le reprochó su "desvergüenza" y frivolidad al tratar del tema tabú. Lo mismo hicieron muchos hombres al regresar de la guerra y enfrentarse con sus hembras violadas: prefirieron ignorar los hechos y el sufrimiento de sus mujeres, no saber, no sentir, no pensar. Era mejor olvidar por el bien de todos,
y de repente aquel libro se empeñaba en recordar.
Hay que elogiar la estupenda traducción, que capta tan notablemente la cantidad de matices de un relato escueto e irónico, tan sencillo y natural como el abierto y sereno carácter de la valiente autora.